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Falta "poco"

Relatado por: José María Varillas López

Soy chef y tengo mi negocio de comida saludable a domicilio. Ese martes se juntaron casualidades para mí, dos clientes de Condesa cancelaron su servicio de comida lo cual me mentalizó que saldría temprano de mi trabajo pues con esta ruta Roma-Condesa concluía mi entrega. Tenía pocos meses de haberme mudado a la colonia Álamos y aún me costaba trabajo adaptarme. Era el medio día y yo me encontraba ganando tiempo para llegar a casa y llevar a mi recién adoptada pit bull a pasear más tiempo recorriendo las calles de la Condesa como diariamente, andando sobre Amsterdam y varias calles; finalmente 12:30 me dirigí a avenida Sonora y dejé mi bici en parque España. Alvaro Obregón con su tráfico habitual. Entregué los alimentos y me dirigí al metrobus. Quizás eran las 12:45. La Roma y Condesa eran mi hogar antes de mudarme hace unos meses y siempre causaban nostalgia. 13:10 ya estaba en la línea dos y estaba lleno de chicos saliendo de la escuela. El simulacro matutino me había tocado en polanco sin mayor retraso o contratiempo. 13:14 nos encontrábamos cruzando la avenida Cuauhtémoc casi por llegar a la estación Etiopía. Empieza a sonar la alarma. Y primero pensé -han empezado el simulacro más tarde por aquí- cuando empieza a moverse el autobús ligeramente y en instantes muy fuerte de lado a lado. Los pasajeros se empiezan a poner histéricos. Recuerdo un adolescente que empieza a gritar -me quiero bajar, me quiero bajar- y entonces se escucha un ruido como de una locomotora cayendo. La fachada del edificio de la esquina colapsó y el Edificio empieza a resquebrajarse ante nuestros ojos. -esto es muy grave- pensé. En estos instantes escribo por WhatsApp a mi novio y le digo -alarma sísmica- y ahí hay familia en el grupo con familiares en toda la republica les digo -¿están todos bien?- respondió mi hermano en USA -¿qué pasa?- solo escribo -terremoto-. Pasó el sismo pero las piernas me seguían temblando. Se reanuda la marcha del metrobus y se vacía. Todos los metrobuses están parados. Nos miramos unos a otros con caras atónitas. Hay gente llorando, gente gritando. Y empiezan a intentar llamar todos por teléfono. Solo funciona WhatsApp. -se cayo un puente-, -se cayo una escuela-, -la Condesa está destruida-, -se cayó un edificio en El Centro-... todos son rumores y todos los repiten en voz alta. Me bajo de la estación y empiezo a caminar sobre Xola, falta "poco" para llegar a casa. Empiezo a correr sobre Xola. La gente está fuera de si. Mi familia se reportan, todos bien y mi novio igual. Cuando llegé afuera del edificio del Centro SCOOP escucho que dicen -se cayo un edificio en “Niños Héroes"- empiezo a ponerme más nervioso y cuando llego a la altura de Galicia veo un edificio semidestruido. Escurriendo agua del segundo y tercer piso como cascada. Sigo corriendo y al llegar a casa veo el Edificio completo a lo lejos. Entro y me encuentro con Margarita. La chica que nos ayuda los martes con la limpieza. -estuvo fuerte- me dice. Yo la abrazo y empiezo a llorar. -Estuvo terrible Maggie- le conté lo que vi. Los perros eran un mar de nervios y le dije que se fuera a casa. Que no importaba que no terminara la limpieza. El edificio completo sin luz y el sótano era imposible ver si había cuarteaduras. La casa parecía intacta en el primer piso aunque los vecinos cuentan que se les cayeron muchas cosas. El resto del día fue esperar que llegara mi novio a casa. Y escuchar rumores. Sin luz. Fue hasta la media noche que regresa y no tenemos sueño del susto. Las calles son un éxodo de gente. Y empezamos a canalizar ayuda por WhatsApp y Facebook. Twitter. Al ver en los noticieros la magnitud. Vuelvo a llorar. Nos preparamos para ayudar al día siguiente. Y así fueron los días siguientes llevar ayuda e ir a ayudar a los vecinos. Mi negocio colapso. En Roma y Condesa. Fueron 4 meses de sobrevivir con ayuda de mi novio y amigos. Y apenas empiezo a levantarme nuevamente. Tardé medio año en usar auriculares para escuchar música y me atreví a ver videos del sismo hasta el día de hoy. Es algo que se tiene que vivir para entender.