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Crónica en tres actos

Relatado por: Ivonne Cornejo Peñafort

19 de septiembre. “Crónica en 3 Actos” 7:00 a.m. El día pintaba para ser muy ajetreado, dos importantes acontecimientos sobre salían, el primero era engorroso y fastidioso, había que correr para evitar el tráfico y lograr el acceso “Macrosimulacro”; el segundo era el importante, meses de trabajo, picando piedra para ser escuchados, era la última oportunidad de expresar nuestras inconformidades, la gran ocasión de hacer sentir las voces de 50 familias y conseguir “Siete años de remuneración”.

1er acto. 9:30 a.m. El desplazamiento sobre Av. Zaragoza era igual que los demás días, tráfico y más tráfico, el Waze marcaba: hora de llegada 11:08, había que acelerar, todo era tranquilidad en la zona de Mixcalco, Paseo de la Reforma sin contratiempo y por fin en Donceles 10:40. Tuve tiempo de encontrar al bolero y regresarlo en la puerta, debían lucir impecables mis botas. Llego el momento, sonaron las alarmas exteriores de la calle, porque la del edificio nunca sonó, muy aplicados salimos en calma (no corro, no grito y no empujo), en la calle de Allende los autos no se detuvieron, tuvimos que sortearlos para ubicarnos en la zona de seguridad, sobre Belisario Domínguez el Metro Bus tampoco detuvo su marcha, todos correctamente esperamos las indicaciones, pero se notaba en el ambiente la poca seriedad que se prestaba al evento; Muy pocos edificios participaron, y los visitantes asiduos al Centro de la Ciudad tampoco se interesaron, entre los compañeros se decía que era una oportunidad para darnos los Buenos Días, abrazos y besos por doquier.

2do. Acto. Mentalmente sabíamos que era nuestra última oportunidad de expresar nuestras demandas; un día antes un alto mando nos había dicho que no había nada. Estábamos enojados, contrariados, pero sabíamos lo que debíamos hacer. Tuvimos la precaución de reunirnos con anticipación, llegó el mensaje, por cuestiones de agenda, la reunión no se llevará a cabo a las 13:30, cambia a las 12:45 hrs. El tiempo se nos vino encima, Reforma lucia despejado. Nos indicaron entrar a la sala de juntas, en la TV estaba un noticiero, se escuchó la alarma sísmica, pero todos coincidimos que era el reportaje del Macrosimulacro.

En ese momento nos informan, nos tienen muy buenas noticias, porque, nuestras demandas eran justas, válidas y se reconocería primero a los de mayor antigüedad. Y así fue, que algo tan lejano (casi dos años de mover conciencias) se concretaba, que el esfuerzo daba frutos, y la satisfacción personal lograba una victoria inimaginable, Nada es imposible, solo me tardo un poquito más.

3er. Acto. Caminamos hacia la antesala, se escuchó la alarma sísmica y al mismo tiempo comenzó a brincar el suelo, era urgente salir de ahí, Planta Baja de un edificio de 6 niveles, el ruido era ensordecedor, se escuchaban laminazos, vidrios tronarse, el piso se fracturaba y salía de su lugar, todo quedó en penumbras, fue la distancia más corta de recorrer, pero al mismo tiempo la más larga de mi existencia. En Reforma e Insurgentes todo era caos, un gran olor a gas era inmensamente perceptible. Pero había gente inconsciente fumando, los vehículos encendidos y los motociclistas tampoco hacían caso de apagar los motores. Era un estado de shock, las personas mayores eran las más afectadas, todos al mismo tiempo trataban de comunicarse con sus seres queridos, empezamos a caminar hacia el Centro Histórico.

La realidad brotaba y golpeaba muy fuerte en la conciencia, edificios dañados, vidrios rotos, tiendas departamentales totalmente ladeadas en su estructura, edificios emblemáticos e históricos con fracturas.

Colofón. La fragilidad del ser humano nos debería a llevar a ordenar nuestras prioridades, tan ensimismados en nuestra cotidianidad, no nos permitimos estar alertas a lo que nos puede salvar la vida. Son segundos los que nos separan a encontrarnos con la muerte; son nuestros principios, valores y creencias los que nos guiaran en un nuevo renacer. 1 “Si podíamos ver que todo estaba destruido, era porque a pesar de todo, seguíamos de pie” porque cuando perdemos todo, nos recuperamos a nosotros mismos.