Comenzar una vida nueva es una idea tentadora pero cuando se llega a un país desconocido, con las manos vacías y sin dominar el idioma que predomina suele convertirse en una experiencia aterradora en la que se tienen dos opciones: atemorizarse y dar media vuelta, o envalentonarse y seguir adelante.
Esto último fue la decisión que tomaron seis mexicanos que en entrevista con EL UNIVERSAL, narran los momentos más difíciles y alegres en la tierra del sueño americano.
El común denominador es que mientras labraban su camino en su nuevo hogar, transcurrieron los 22 años que lleva de vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), periodo en que las remesas aumentaron al igual que el flujo migratorio.
Estos temas han cobrado suma importancia tras el plan de deportaciones prometido por el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. “Vamos a darle la oportunidad de que gobierne pero igualmente tenemos que jugar una estrategia defensiva”, comenta César Vargas, el primer dreamer en formar parte de la Barra de Abogados de Nueva York.
Por su parte, el neurocirujano Alfredo Quiñones-Hinojosa señala que “estamos en una etapa crítica entre los dos países que va a afectar a las futuras generaciones de ambos países. En México la gente escucha que el inmigrante es gente mala, en Estados Unidos escucha que somos gente que no vale la pena, que tienen que sacarnos, esto va a tener un efecto negativo en unos 10 o 15 años”.
Sobre el muro entre ambos países, el Dr Q afirma “esa barda no va a llegar a nada porque la gente cuando tiene sueños la va a brincar, por arriba, por abajo, por donde sea”.
Dulce Matuz es una joven activista que coincide con Quiñones-Hinojosa y asegura que “el racismo siempre ha existido con Trump y sin él. Sin embargo, lo que nos hace diferente es que no dejamos que el miedo nos controle. No voy a dejar que Donald Trump defina mi futuro”.
En ese sentido, la ex ejecutiva de Wall Street, Julissa Arce, comenta que “si pudiera, hablaría con él de economía, pues es lo que le importa. Los inmigrantes pasamos por muchas cosas y ésta será otra, nos enfrentaremos a él”.
Manny Hernández y Jaime Lucero también son conscientes de la preocupación latente entre la comunidad mexicana en Estados Unidos. El primero se hizo famoso por vender tamales vestido de luchador y ha obtenido reconocimientos por el sabor de sus platillos. El segundo, es el más veterano del grupo, pero desde su llegada a Nueva York buscó ayudar a migrantes en situación similar a la suya y fundó Casa Puebla.
Episodios de discriminación, falta de dinero, temor a ser deportados, entre otras dificultades, son las que estos seis mexicanos exitosos libraron para dejar huella en el país que en su momento los vio como extraños, pero que ahora tiene en su historia el legado que han dejado con los triunfos alcanzados.
Los latinos en Estados Unidos están divididos por distintas nacionalidades. Entre los 55 millones que son representan el 17% de la población total del país, el grupo predominante es el de los mexicanos. Con 35 millones de personas conforman el 63% de toda la comunidad hispana.
De acuerdo con el reporte “Población hispana y origen en áreas metropolitanas seleccionadas en los Estados Unidos” del Pew Research Center, le siguen los puertorriqueños, con alrededor de 5 millones de personas, seguidos de los salvadoreños y cubanos, cada uno con cerca de 2 millones.
Las ciudades de la Unión Americana con mayor presencia de la comunidad mexicana son: Los Ángeles, San Francisco y San Diego en California; Houston, Dallas, McAllen y San Antonio, Texas; Chicago, Illinois y Phoenix, Arizona.
En 2016 es muy probable que el ingreso por remesas familiares representen 2.8% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que significa que van a superar ligeramente al máximo alcanzado en 2006 de 2.65% y a un costo por envío bajo, según estimaciones del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla).
Es decir, que dichos flujos pueden marcar un récord respecto al PIB y una recuperación a niveles que se veían antes de la crisis de las remesas que comenzó en 2007 por la recesión económica que se desató con la debacle de las hipotecas subprime y la quiebra de Lehman Brothers. Lo anterior, en un entorno en el cual resulta más barato para los connacionales que viven o trabajan del otro lado de la frontera, mandar sus remesas a cualquier parte de México, en comparación con hace 10 años.
