Estaba trabajando en la Torre de Banonbras o Torre Insignia en Tlatelolco cuando súbitamente sentí unos sacudidones de brinco, de arriba hacia abajo; inmediatamente tomé mi mochila, chamarra y celular y me fui a la sección de resguardo.
Fue la primera vez que experimenté un terremoto trepidatorio; lo único que hice fue pensar en Dios y gritar a mis compañeros: "Cúbranse la cabeza" mientras yo misma lo hacía; en verdad pensé que mi fin había llegado. Curiosamente en la madrugada para amanecer el 19, soñé con el terremoto.