SEse momento lo viví con mucho temor por mis hijas. Definitivamente fue lo único que dominó mi pensamiento. Ni siquiera fue pensar en mí porque, de alguna manera, estaba cerca de una salida de emergencia en planta baja.
Pero cuando reflexioné la hora en la que estaba ocurriendo el sismo, me hizo saber que mis hijas se encontraban en el edificio de su escuela, en clase, pues ya habría terminado el segundo recreo. Luego, saber que la alerta sísmica no sonó a tiempo aumentó mi angustia.
Yo conocía el protocolo de mi trabajo (Cámara de Diputados) y sabía que al menos cerrarían todas las puertas durante 15 minutos o más (en estos casos no permiten salir ni entrar a nadie por varios minutos) Lo que hice fue -literalmente- escaparme a recuperar mis llaves, cartera y celular, arriesgándome al ingresar de nuevo al primer piso del edificio, a escondidas de protección civil.
Después, en un descuido del personal de seguridad de la puerta del estacionamiento pude salir en mi moto hacia la escuela de mis hijas.
Creo que en menos de 20 minutos ya había logrado escaparme del trabajo y estar en la escuela de mis hijas. La Av. Congreso de la Unión ya era un caos total. Durante mi trayecto esperaba que ellas actuaran como siempre les he aconsejado: desalojar lo más rápido posible, incluso correr si fuera necesario pero sin lastimar a los demás.
Finalmente, durante varios meses estuve deprimida, angustiada, pero no se lo manifesté a nadie, no lo compartí, no pedí ayuda, creo que me faltó llorar y desahogarme, esto último afectó bastante mis nervios, me lastimé la cara al rasguñarme y mi piel en general, pero no busqué ayuda.
Yo sola trabajé en mi mente, leí algunos consejos de psicología y creo que hasta marzo o abril (en verdad fue bastante tiempo) me sentí más relajada. Sin duda, en las primeras horas después del sismo no pude pensar en ningún conocido o familiar, ni siquiera en mis padres o en mi esposo ...mis hijas fueron mi única prioridad, al verlas sanas y salvas pude sentir bastante alivio, creo que es algo bastante natural.