Soy de la Ciudad de México y vivo desde hace 10 años en la hermosa ciudad de Guadalajara. Como a muchos, el 19 de Septiembre del 2017 me sorprendió con las imágenes del temblor que iban llegando a través de Whatsapp y Twitter. Después de los primeros instantes de negación rotunda, ("¡No-puede-ser!- ESTO-NO-está-pasando. No el mismo día POR FAVOR"). Me inundó una impotencia horrible por no poder estar físicamente en la CDMX y ayudar en lo que se necesitara.
Los recuerdos y los miedos del '85 -que viví como estudiante de secundaria- se iban acumulando, pero también las imágenes de tanta solidaridad que fluía por donde voltearas a ver.
Como "chilanga foránea" sentí un gran deber, una especie de responsabilidad por hacer algo YA.
Hacia las 4 de la tarde de ese mismo 19 de Sept. llegué a Costco con toda la intención de comprar lo que pudiera y enviarlo. Me quedé pasmada y aquí el centro de mi historia: No pude comprar cosas en Costco. ¡Las filas de personas con palets -no carritos; ¡palets!- llenos de botellas de agua, medicinas, vendas, comida enlatada, leche en polvo, pañales, etc. fluían, se repetían en cada caja y eran enormes!! ¡ENORMES! No era Navidad, no era el Buen Fin; era México en modo "aquí me tienes", y sobra decir que cuando llegué a los pasillos ya no había nada, -NADA- de lo que yo planeaba enviar.
Habían pasado escasas 4-5 horas desde el temblor y la gente ya estaba lista, listísima enviando TODO Y MÁS.
Viví el temblor "desde acá", no pude llegar físicamente a donde se necesitaba repartir agua o comida a voluntarios con brazos y espíritu inquebrantables que retiran piedras y restos de concreto.
Esta vez, sin embargo, pude ser testigo de algo que también remueve y conmueve: en cada coordenada de nuestro territorio, hay gente buena, gente inmensamente generosa, gente dispuesta a todo por apoyar a quien lo necesita; gente que todos los días de manera "invisible" hace que este país sea grande, inmenso, mágico. No sé si las quesadillas van con queso o sin queso. Lo que sí sé es que tapatíos, regios, norteños o sureños somos más que la suma de nuestras partes y que a veces lo olvidamos pero que, cuando hablamos de "la unión hace la fuerza", como México... ¡no hay dos!