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Duele saber

Relatado por: Cristina Salas Vargas

Simplemente destino. Ese martes debía ir a la universidad en la Ciudad de Toluca, nos cambiaron para la clase para el lunes. Decidí ir ese martes a la clínica veterinaria cerca de la Alberca Olímpica.

No hubo participación vecinal en el simulacro todos nos veíamos desde lejos sin darle la importancia al evento. A la 13 apenas habíamos recibido un cliente para baño, cuando empezó el movimiento salimos de la clínica abrazando al perrito. La crisis empezó, yo rogaba que no se nos escapara nuestro cliente.

Eje 8 se paralizó, los autos nos dejaron estar en el camellón, los edificios nuevos se les desprendía el yeso y, de pronto, la mala noticia llegó.

Una escuela se había caído, tomé la decisión de retirarme para llegar hasta la zona del aeropuerto, teníamos a un familiar recién operado.

Tomar Río Churubusco fue muy extraño, sólo lámparas caídas. A la altura del CNA, un perro Schanuzer corriendo velozmente, desorientado, con la correa aún en su cuello, tratamos de detenerlo, pero fue imposible. Lo seguí hasta que se perdió.

Volviéndome a incorporar a mi destino, el caos comenzaba, el transporte era insuficiente y la gente desesperada. Tuve que ayudar a transportar primero a un señor con sus nietos, que iba por uno tercero a la escuela.

Después donde lo dejé a él, subí una señora que iba hasta Santa Martha.

La angustia era generalizada. Llorábamos mientras seguíamos en camino, nos despedimos deseando que nuestra familia estuviera sana. Ese día la casa se llenó de la familia (es de una sola planta), no sé cómo cupimos, fue algo inusual.

Al día siguiente mi amiga y yo, médicas veterinarias, nos fuimos en busca de apoyar, logramos dar asistencia a dos perros que se quedaron en un edifico dañado en la calle de Dakota, sus dueños eran extranjeros. Lograron rescatar sus pasaportes y, obviamente, a sus dos perros, hubo aplausos.

Sobre el multifamiliar no hubo mucho en que apoyar, sobrepasaba la ayuda, y fue un silencio que nunca olvidaré. Los tres días posteriores estuvimos sobre la calle de Prolongación Petén, donde había una tintorería, y hubo un héroe que se regresó a apagar las calderas.

Éramos 3 equipos de médicos veterinarios apoyando a las unidades caninas que llegaron, de Yucatán, Colima, no hubo mucho que hacer tampoco. Solo se sentía la unión de una ciudad que nunca sería la misma.

A un año del sismo, ahora vivo en Toluca por mi escuela. Por increíble que parezca, descanso de que ya no voy a escuchar la alarma sísmica, seguramente no soy la única, y cada vez que estoy lejos de la casa, sólo ruego que no suene la alarma. Es un estrés y ansiedad que no sé cuándo lo supere. Y no, la vida no es la misma, perdimos la seguridad de las construcciones nuevas, que no cumple con lineamientos mínimos para la seguridad, duele saber que la corrupción mata. No hay fotos que subir, por respeto y además no había nada que tomar. Ese fin la familia estuvo junta, juegos de mesas y bromas ayudaron a pasar el mal momento, recibimos la visita de familiares de Veracruz, no nos dejaron solos, fue un alivio verlos.