El 19 de septiembre quedará tatuado en mi alma durante toda mi existencia. A la hora del sismo me encontraba en el salón Heberto Castillo del Recinto Legislativo de la ALDF, que también estaba lleno pues ese día se desarrollaban los trabajos de la sesión ordinaria.
Cuando comenzó el movimiento telúrico todos olvidaron lo realizado horas antes durante el simulacro conmemorativo del '85 y salieron despavoridos para ponerse a salvo en las calles de Donceles y Allende.
Al ver la estampida humana decidí quedarme en la puerta del salón y comenzó mi pesadilla, el edificio retumbó y cimbró horrible, afortunadamente no sufrió ningún daño.
Al dirigirme al domicilio de mi madre me uní al río de gente que caminó por Calzada de Tlalpan y me topé con una chica de Guerrero que vino a estudiar a la Ciudad de México y solo sabía transportarse en metro para ir a la escuela y a su hogar temporal, que estaba en Mixquic, de la delegación Tláhuac.
Afortunadamente, la pude acercar a la casa de un familiar que estaba cerca del lugar de residencia de mi madre y me tranquilicé de que la chica estuviera en un lugar seguro. Mi pesadilla comenzó cuando, por la noche, llegué a mi domicilio ubicado en la delegación Tláhuac y me percaté de las grietas originadas por la falla geológica que afecta esta demarcación política y la de Iztapalapa.
A partir de este momento mi tranquilidad se fue y aunque mi vivienda no sufrió daños cada que suena la alerta sismíca mi temor es que se vaya a extender la grieta y llegue a mi casa.
De las autoridades mejor ni hablar, toda la atención está en la colonia del Mar, que sufrió muchos daños, pero a la Villa Centroamericana no han acudido los peritos ni los expertos para examinar las grietas y para que nos digan si no hay problema con nuestro patrimonio, de hecho ya comenzaron a reencarpetar donde se hicieron los boquetes y los desniveles de piso, y los colonos seguimos con la incertidumbre hacia los futuros sismos.