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¿Cubierto la “cuota”?

Relatado por: Laura

Y o creía que ya habíamos cubierto la “cuota". Viví el sismo del 85, con todo y su réplica espantosa, siendo una niña pequeña viviendo en la periferia de la ciudad.

Semanas después de ese evento fuimos a Lindavista y recuerdo haber visto el estacionamiento del Sears derrumbado, cosa que me impactó mucho. Cuando crecí y fui capaz de documentarme y entender lo que pasaban en la televisión en cada aniversario supe los efectos de ese sismo y empecé a tenerle respeto a ese fenómeno.

Cada simulacro participé de manera entusiasta porque sabía que era por nuestra seguridad. Pasaron los años, los simulacros se hicieron cada vez más esporádicos, me tocaron algunos sismos menores pero todo tranquilo. Siempre hice cuentas sobre los años que pasaron entre el sismo del Ángel en el 57 y el del 85 y sentía que se acercaba otro, pues había leído en no sé dónde que hay cierta periodicidad entre eventos! de ese tipo. Pasaron los años y comencé a trabajar en Santa Fe donde no se siente nada de nada, pero un día nos dijeron que nos mudábamos a la zona de Avenida Chapultepec.

Estábamos felices pues le quitábamos entre hora y media a dos a nuestro recorrido de todos los días para ir a trabajar, y de pronto un compañero me dijo ?¡Felicidades! Procura que tu lugar quede cerca de la salida de emergencia?. Se me quedó grabado en los huesos su comentario y eso procuré al momento de instalarnos en la oficina? estoy sentada desde hace aproximadamente dos años casi enfrente de la salida de emergencia.

La noche del 7 de septiembre del 2017 el movimiento me despertó. La sacudida me hizo brincar de mi cama y mirar a la ventana y ver las luces, reaccioné y me arrojé sobre la cama en cuatro patas para ponerme sobre mi hija de 4 años que aún estaba absolutamente dormida junto a mi. Histérica escuchaba cómo por las paredes corría un ruido extraño, como si cubetas de arena fueran derramadas por la pared. Mi esposo tratando de darme calma, pero yo sentía que el departamento se nos iba a caer encima. No pasó nada vimos las noticias un momento e intentamos volver a dormir. Como cerca no vimos que pasara nada en realidad, al otro día fui a dejar a mi hija a la escuela y yo al trabajo. Cuando me acerqué a la oficina una parte de la fachada estaba acordonada y la banqueta se había separado en dos secciones y una de ellas se levantó, lo que me provocó náuseas del miedo? después de unos 15 minutos de estar afuera entré al ver que todos entraban tranquilamente. Llegó a la oficina y aunque había algunas cosas tiradas todo estaba dentro de lo normal. Comentando con los compañeros les decía que ya teníamos cubierta la “cuota" pues otra vez había temblado fuertísimo y nos quedaban alrededor de 30 años de tranquilidad (57-85-2017). Empezamos a ver si nos organizábamos para mandar algo a las comunidades afectadas en Oaxaca y siguió la mañana con tranquilidad. Pasaron los días, llegó el 19 de septiembre y como cada año hacen ceremonia a las 7:19.

Desde que me acuerdo me he unido a ese acto y pienso en todas las vidas que se perdieron en ese momento. Este día es diferente porque además trabajo en un lugar donde murió muchísima gente esa mañana y eso me hizo sentir un escalofrío y un nudo en la garganta? elevo mis pensamientos a ellos deseando hayan encontrado paz. Termino de preparar a mi niña y nos vamos a dejarla a la escuela y yo al trabajo como todos los días. Se acerca la hora del simulacro y mis compañeros más jóvenes enfundados en sus veintipocos años se alistan para salir a comprar un café, una torta, un snak? ?Los esperamos allá en el camellón? dijeron.

Yo les pido que no lo hagan porque necesitamos saber a dónde ir en caso de emergencia y me tiran de a loca. Llega el simulacro y todos muy listos bajamos desde el piso 2 (que en realidad es el 1) llegamos a nuestro punto de reunión. Minutos después llegan los compañeros del piso 6 y les pregunto por qué tardaron tanto y me dicen que su desalojo es diferente y quedan sobre una azotea para después bajar a la calle, y se me ocurre decirle que ellos son nuestro sacrificio para aplacar la ira de los dioses y todos nos reímos? qué estúpida! Pasa un rato y todos regresamos a nuestros lugares y empiezo a darle lata a los muchachos que no participaron en el simulacro para que entendieran que es necesaria su presencia para que todos sepamos qué hacer y por donde pasar y etcétera? me siguen tirando de a loca. Mientras en las televisiones vemos que durante un simulacro hubo un choque contra una ambulancia y demás observaciones del caso? todo dentro de la ?normalidad?. Y solo un rato después, mientras estaba sentada en mi lugar siento un breve pero revelador movimiento. Solo atino a decir (o a pensar) "¡¿es en serio?!" y salgo disparada hacia la salida de emergencia y a partir de ahí ya no siento nada, solo escucho, veo y huelo. Escucho el crujir del edificio y la alerta que se dispara cuando ya había bajado el primer tramo de escaleras mientras le grito a alguien que estaba delante de mi "¡corre!" y oigo a mis compañeros apanicados gritando detrás de mi. Veo que falla la iluminación y una pequeña bruma que huele a polvo. Llegando a la planta baja empiezo a escuchar estruendos de cosas que caen, pero todo detrás de mi, y ese olor a polvo tan extraño que se me mete en la nariz. Brinco un par de escalones mientras sigo corriendo y doblo a la izquierda en el torniquete de recepción que estaba abierto y de pronto caigo al suelo y me estrello contra una pared, pensé que la gente me iba a aplastar, pero extrañamente no pasa nadie junto a mi (des! pués me entero que cuando me caí todos los torniquetes se cerraron y no los dejaron pasar). Intento levantarme pero no puedo (sigo sin saber si fue por nervios, dolor, miedo o la fuerza del movimiento) por lo que empiezo a gatear hacia la salida y veo cómo los vigilantes están abriendo la segunda hoja de la puerta que da acceso a la calle... esa imagen me sigue atormentando en mis pesadillas, me veo tirada en el suelo y la luz de la salida cada vez más lejos.

Cuando por fin logro salir y llegar al camellón que es nuestra área de seguridad es cuando vuelvo a sentir. Parada en medio de la calle percibo el horrible movimiento bajo mis pies y veo el edificio donde estaba hasta hace un momento que se mueve a un lado y a otro de una manera antinatural y empiezo a hacer cuentas de mis compañeros que no estaban conmigo, Anita, mi jefe, Paola, una chica nueva y empiezo a rogar para que no se caiga el edificio? y aguantó. Poco a poco empezaron a llegar mis compañeros, yo intentaba comunicarme con mi esposo para saber cómo estaba y que fuera por mi niña a la escuela, pasaron los minutos y no me puedo comunicar con nadie que yo quisiera. Solo logro recibir mensajes de mi hermano y dos amigas, pero yo solo quería saber de mi hija. Después de un rato bajan los compañeros del piso seis, entre ellos una amiga cuyos hijos van a una escuela vecina de la de mi niña y le pregunto si sabe algo de la zona de escuelas de nuestro rumbo, me dice que su esposo va hacia allá. Fueron minutos, pero fue la espera más angustiosa de mi vida. Al fin su esposo avisa que la zona de escuelas es un caos de miedo e histeria, pero que todos los edificios están en pie, y logramos respirar otra vez en paz. De pronto dicen "Noticieros puede pasar" y veo a los compañeros que se lanzan hacia la entrada y yo sin poder creerlo, el miedo me invadía.

Un momento después me acerco a recepción para regresar a la oficina y veo a un compañero batallando porque no lo dejan entrar a las instalaciones con su hijo en brazos, había ido por él a la escuela y necesitaba ir por sus identificaciones para ir por su otra niña. Le digo que yo me quedo con él y otra compañera dijo que nos quedábamos las dos con el pequeño. El padre nos lo entrega y dice que vuele pronto. Mientras platicábamos con el niño sentimos una fuerte vibración en la tierra y el pánico se desata de nuevo y solo atiné a tomar al niño y regresar al camellón nuevamente. Mi compañera fue a pararse a recepción para avisarle al papá dónde estábamos. Nunca olvidaré su cara pálida y desencajada al asomarse a la puerta de salida buscando a su hijo. Mi compañera lo alcanza, lo guía hasta nosotros y se lo entrego. Lo toma y empieza a caminar casi como un zombie. Sigo sin localizar a mi esposo y ya no quiero acercarme al edificio, mi jefe nos dice que nos vayamos a nuestras casas y un compañero se ofrece a ir por mis cosas a mi lugar. Le digo donde estaba mi monedero y mi bolsa. Al regresar decidimos irnos juntos caminando por Avenida Chapultepec para acercarnos al oriente. No había forma de transportarse en las cercanías, todas las vialidades eran un caos. Caminamos entre puestos y calles, ahí nació mi miedo a los lugares con techos bajos y a las multitudes.

Era impresionante la cantidad de gente que caminaba en las calles en uno y otro sentido. Decidimos alejarnos de las avenidas para encontrar menos obstáculos y entonces otro fenómeno que me dejó impactada? Los teléfonos públicos tenían filas kilométricas, todos buscaban a sus familiares y me hizo pensar en imágenes de archivo del 85, cuando ocurrió exactamente lo mismo. Seguíamos avanzando y mucho rato después llegamos a la casa de una tía de mi compañero a refugiarnos. Nos recibieron con los brazos abiertos, agua, comida y un baño disponible. Ahí mismo llegaron niños compañeros de los pequeños de la casa cuyos padres no habían llegado por ellos a la escuela, eran cerca de las cuatro de la tarde y también los refugiaron. Un rato después por fin me llegó un mensaje diciendo que mi hija y mi esposo estaban bien y en casa. Eso me dio paz para ya no querer correr para llegar a casa. Después de un rato seguí mi camino y vi que el metro que va hacia Martín Carrera funcionaba y me subí. Todos íbamos en silencio. Cuando bajé y tomé el Metrobús hacia Aragón era la misma historia. No había un solo taxi y nunca me pude comunicar con mi marido así que me subí a un micro para poder librar el último tramo a casa. Cuando llegué eran las 6, quizá un poco más tarde y coincidió que mi esposo iba llegando en el coche pues había salido a conseguir comida. En cuanto lo vi lo abracé y lloré con todas mis fuerzas. Él me dijo que llorara todo lo que quisiera pero que tratara de calmarme antes de entrar porque la niña no se había dado cuenta de nada. Y por increíble que parezca así fue, cuando le pregunté a mi pequeña cómo le fue en la escuela y qué había pasado solo me dijo que la escuela se había movido y la campana también, y que había tenido su clase de natación y le había encantado? la vivencia de una hora antes del terremoto había ocupado su mente por completo y no dejó lugar para percatarse del miedo que debieron sentir sus maestras y directivos.

No había luz, no había señal, no había nada, por lo que decidimos ir al super a comprar leche en tetrapack y latas de comida. En el camino nos dimos cuenta de la gran cantidad de transformadores tirados, lo que nos dejó sin luz dos días. Compramos pilas y usamos una grabadora que teníamos por ahí olvidada para saber qué estaba pasando. Ahí fue cuando la realidad nos alcanzó y nos dimos cuenta de la gravedad del asunto. Una amiga me llamó y nos pusimos de acuerdo para ir al otro día a apoyar a algún centro de acopio. Sentí horrible irme la mañana del 20 y dejar a mi pequeña, pero no podía ser omisa a la situación de la ciudad. El sismo afectó terriblemente mi tranquilidad, de hecho escribo esto a manera de terapia. Todos los días pido al universo que no tiemble, que pasen otros 30 años al menos. Tengo ataques de pánico que se pueden desatar con ruidos, olores, movimientos bruscos o incluso viendo grupos numerosos de personas. Mientras escribo esto siento un cosquilleo en mi cabeza y me brinca un ojo. Me duele mucho la gente que estaba en su trabajo y murió, pero más los niños que murieron por la ambición de una empresaria y la corrupción de las autoridades. Pero no me voy. Amo a mi ciudad, amo la forma en que nos comportamos en esos momentos de necesidad y angustia, ojalá siempre seamos tan unidos. Tengo fe en que la próxima vez estemos mejor preparados, la alarma suene con tiempo suficiente y no haya pérdidas que lamentar.