E s difícil escribir lo vivido en el 19s, más cuando cada recuerdo es un sentimiento diferente que hasta la fecha logra alterar mi tranquilidad. Para empezar con mi historia, debo contarles un poco de mis antecedentes. Soy originaria del estado de Hidalgo, de una ciudad donde no tiembla. Vivo en la Ciudad de México desde el año 2010 ya que aquí estudié la universidad y posteriormente comencé a trabajar. Soy una de miles de foráneos, a la que le encanta la ciudad de México por su amplia historia, arquitectura, entre otras cosas. En enero de 2017, me mudé a la Colonia Álamos y quedé maravillada por sus casitas de los años 30´s. Finalmente cuando conocí mi nuevo departamento, un edificio antiguo por sus muros anchos y techos altos, claro que me gustó pero mi primer pensamiento fue: Ojalá nunca me toque un sismo aquí. Uno por la zona sísmica en la que se encuentra y dos por la edad del edificio.
A pesar de que nunca en mi vida había sentido un sismo significante, por así decirlo, además de que casualmente la mayoría de las veces que temblaba, yo me encontraba en Hidalgo, era inevitable preocuparse o pensar que en cualquier momento podía darse un hecho como el de 1985. Recuerdo que una tarde platicaba con mis compañeros de departamento y coincidimos en que ya tenía bastante tiempo que no temblaba, lo cual era preocupante aunque impredecible. Ese martes 19, pedí permiso en mi trabajo para faltar ya que harían algunos trabajos en mi edificio y debía estar alguien en el departamento para atender a los trabajadores. Comencé mi mañana tranquila pero programé ver a mi novio a las 2:00 p.m. en su horario de comida.
Escuché los altavoces para el simulacro, pero nadie de los edificios cercanos, incluyéndome a mí, salimos para seguir el protocolo, si es que hay alguno establecido en la colonia. Atendí a los trabajadores a las 12:00 p.m. y se retiraron aproximadamente media hora después. Entonces, yo me debatía entre dormir un poco o meterme a bañar para alistarme y llegar a tiempo a mi cita de las 2:00. Entre una cosa y la otra me dio la 1:10 de la tarde, me metí al baño y mientras daba una “facebookeada” final antes de meterme a bañar, bum! Sentí el primer movimiento que fue como hacer un largo y lento pero fuerte movimiento circular. Me quedé petrificada en ese momento, pensé ¿qué está pasando? ¿Por qué no sonó la alarma?! ¡Estaba espantadísima! Entonces el movimiento se detuvo como 1 segundo el cual aproveche para salir del baño y fue cuando la pesadilla real comenzó.
Tuve tanto miedo que me es difícil recordar todo con claridad, pero el edificio comenzó a sacudirse con muchísima fuerza de un lado a otro y según mis recuerdos no tronaba, más bien todo sonaba como si metieras unas cuantas cosas a una caja de zapatos y comenzaras a agitarla. Escuché que se tronaban vidrios y que caían cosas pero no lograba identificar de dónde venía el sonido. El movimiento era tan fuerte que no me dejaba avanzar del baño a la puerta de salida que son como 3 metros distancia, me tenía solo meciéndome de adelante para atrás. Una vez que logré llegar a la puerta, vino la segunda complicación, tenía que abrirla con llave, las cuales logré tomar de la mesa, pero insisto, el movimiento era tan fuerte que me tenía azotándome contra el marco de la puerta sin poder atinarle a la chapa para abrirla. El movimiento no cesaba, el ruido era horrible y fue entonces cuando pensé lo peor.
No podía salir, mi familia no sabía que yo estaba en mi departamento y pensé: se va a caer, se va a caer y me voy a quedar aquí... ya me quedé aquí, solo espero que puedan encontrarme. El instinto de supervivencia no me traicionó, intenté otra vez y acerté. Baje las escaleras corriendo rebotando de un lado a otro, cuando llegué a la puerta principal hacia la calle, me di cuenta de que estaba cerrada o sea nadie había salido y yo era la primera que lograba escapar. Rápidamente abrí la puerta y la dejé abierta para todos los demás. La siguientes en alcanzarme fueron a las que ahora se, son mis vecinas de arriba, sin conocernos nos abrazamos y corrimos hacia la avenida principal. De otros edificios ya había personas afuera, deteniendo el tráfico de Eje Central. Fue cuando me di cuenta del movimiento real del suelo: trepidatorio.
Me impresionó muchísimo ver a la gente que terminaba en el suelo debido al movimiento, el polvo, el olor a gas, la gente llorando, corriendo, Yo estaba en completo shock. En ese momento recibí una llamada de mi hermana desde Hidalgo para avisarme que acaba de temblar, lo único que pude decirle fue: aquí sigue temblando, aquí sigue temblando. Le dije que estaba bien que no se preocupara, colgué e intenté comunicarme con mi novio que para esa hora debía de estar en su oficina. Moría de miedo de pensar que no me contestaría pero afortunadamente respondió y me dijo que también estaba bien, que nos encontraríamos en un punto medio del camino. Pasaron como 40 minutos y seguíamos todos en la calle, fue hasta ese momento que conocí a mis vecinos y comenzaba a sentirse el ambiente de solidaridad. Platicando con una de ellas, una señora de edad, me dijo que se le hacía tristísimo que eso estuviera pasando otra vez, la señora comenzó a llorar y me hizo saber que esa era la razón por la que se había mudado a nuestro edificio hace ya muchos años atrás, porque en el sismo del 85, casi toda la colonia Álamos había quedado destruida, menos nuestro edificio.
No supe si ese comentario me dio más miedo o calma. De pronto, un montón de gente comenzó a correr hacia viaducto mientras gritaban: ¡Se cayó un edificio en viaducto! ¡Se cayó un edificio en viaducto! Fue cuando salí de mi shock y pensé: Dios mío ¿Qué acaba de pasar? Creo que a pesar del susto, nadie había dimensionado la gravedad de las cosas. Entonces algo en mi interior comenzó a latir más fuerte, inconscientemente subí a mi edificio, ignorando el riesgo tomé mi bolsa, cartera, lo indispensable y me fui. Para este momento la Ciudad de México ya había colapsado, el metrobus ya no daba servicio, caminé sobre Xola para encontrarme con mi novio y todo ya era un mar de gente, pasé frente al edificio de Etiopía al cual se le había desprendido parte de la fachada. Todos estábamos como perdidos, juntos, pero perdidos. Tardé una hora en encontrar a mi novio, debido a la falla en las telecomunicaciones lo cual me costó acabarme la batería de mi celular. Finalmente nos encontramos y ya todos juntos fue más fácil consolarnos.
Ese día no hubo luz en la colonia y yo no tenía cómo comunicarme con mi familia. Caminamos toda la tarde con algunas provisiones y víveres buscando la manera de ayudar a quien lo necesitara. Es durísimo ver a la gente en dolor, ver la destrucción y darte cuenta de que la naturaleza es mucho más grande que todos nosotros. Nunca va a dejar de conmoverme y emocionarme lo que se vivió en esos días. Es una lástima que una tragedia tan grande tuviera que suceder para reaccionar y darnos cuenta de que no solo somos seres individuales, somos una comunidad muy grande y hermosa llamada México, que ayuda, que siente, que se solidariza, que se reconoce en la cara del otro. Hoy a casi un año del sismo, doy gracias a Dios por estar viva, porque me permite poder contar mi versión de la historia, agradezco que mi edificio no haya colapsado, que logré salir sin mayor daño, que mi familia y amigos están bien. Agradezco a todos los jóvenes que se movilizaron para ayudar de la manera que fuera, a mis vecinos porque a partir de ese día algo cambió en el edificio, agradezco al chico que en metro Xola que puso extensiones y multi-contactos para que los que no tenían batería pudieran comunicarse con sus familias. Agradezco a todos los que subían a la gente a sus carros, en camionetas para ayudar a los que vivían lejos, a los rescatistas, a los voluntarios, a todos los que de algún modo ayudamos en algo.
Como todos supongo, no logré dormir ese día. No quise ver videos, ni fotos ni nada que incrementara mi ansiedad. El resto de la semana tuve que ir a trabajar. Para ser honestos, me molestó un poco que tuviéramos que asistir cuando esa semana bajó muchísimo la actividad en la oficina y la verdadera emergencia estaba afuera. Lo único que pude hacer en esos días fue coordinar un poco de ayuda a través de las redes sociales. Llegó el fin de semana, ya había mucha ayuda avanzada, así que mi novio y yo, como ingenieros civiles, nos coordinamos con una brigada del Tecnológico de Monterrey para revisar calle por calle todos los inmuebles del área que nos correspondía. Siempre me reprocharé que pude haber hecho más. Pude ir a Hidalgo a ver a mi familia hasta el siguiente fin de semana, por fin pude llorar y sacarlo todo. Sentía tanta tristeza, miedo, impotencia y felicidad al mismo tiempo al saber que habían rescatado a alguien. Me gustaría que estuviéramos más preparados para este tipo de circunstancias, me gustaría que nunca se nos olvide lo que pasó, que no se nos olvide lo bien que se siente ayudar a otros, demostrar que podemos ser una mejor versión de nosotros mismos, valorar a nuestra familia y amigos, decirles cuánto los queremos porque no sabemos cuándo será la última vez. Ser amables con la gente aunque no los conozcamos, demostrar que México siempre ha sido grande y que juntos podemos salir adelante.