EL UNIVERSAL

Los rostros del Oscar

Retos y adversidades que han marcado la vida de los principales nominados en 2020 al premio de la Academia de Hollywood

Oscar

Un arma es detonada. Esa bala es un escudo protector. Ese escudo traerá incertidumbre a una familia rota. La mujer que ha disparado y matado a su esposo en defensa propia es la misma que llora 13 años después frente a millones de espectadores. Llora porque su hija, Charlize Theron, recibe el Oscar a Mejor actriz.

Hay muchas historias detrás quien se aproxima esa estatuilla. Allá, en las alturas donde los premios de la Academia de Hollywood presumen mucha de esa ilusión que emana del cine, en la que los actores desfilan casi perfectos y felices, no parece ser un mundo terrenal. Pero lo es.

El camino para llegar ahí puede ser tan sinuoso como el de superar el asesinato de tu padre a manos de tu madre y buscar un equilibrio emocional (Charlize Theron), o que tu familia escape de una secta que deambula por Latinoamérica (Joaquin Phoenix) y te cambie todo, hasta el apellido, o haber sufrido un infarto y la muerte de tu madre casi al mismo tiempo, y aún así regresar para hacer el papel de tu vida (Banderas).

La ceremonia suele ensalzar algunas realidades. En ella, se protesta contra la guerra, se dan discursos sobre desigualdades y otros problemas coyunturales en ella, pero, de manera menos directa, ésta se ensalza en sus protagonistas, cuyas historias no siempre conocidas también inspiran.

En EL UNIVERSAL buscamos la esencia de esos personajes, descifrar un poco a las actrices y los actores nominados al Oscar en 2020. Ha sido un recordatorio que invita a creer en el cine desde otra perspectiva: la de personas que recrean fantasías para evadirnos y, a veces, sin pretenderlo, nos aterrizan con su esencia, que ante todo es humana.

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Nominadas
a Mejor actriz

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Charlize Theron: Sin miedo a la oscuridad

“El escándalo” (“Bombshell”)

Charlize Theron

Foto: Reuters/Mario Anzuoni

“Mami. Tú has sacrificado tanto por mí, para que esté aquí y haga mis sueños realidad. Y no hay palabras para describir cuánto te amo”.

Charlize Theron habla con la voz entrecortada al recibir su Oscar como Mejor actriz en 2004. Lo hace frente a sus colegas y su madre, Gerda. “No voy a llorar”, les dice, pero es algo tarde. Ella solloza sin lágrimas y su madre, por el contrario, las derrama sin pudor.

Nadie puede saber lo que piensan las dos exactamente, aunque intuirlo es fácil. Gerda tuvo que juntar los pedazos rotos de su familia luego de haber asesinado en defensa propia a su esposo, cuando Charlize tenía 15 años y vivía todos los días en infierno de la incertidumbre. Y ahí está su hija, pese a todo, en la cima.

Los detalles son ociosos: él llegó armado y las amenazó. Lo importante fue que la mujer fue liberada de los cargos posteriormente. “Fingí que no ocurrió, no se lo dije a nadie. Cuando me preguntaban, siempre decía que mi padre murió en un accidente de auto”, diría la actriz en una entrevista radiofónica con el locutor estadounidense Howard Stern.

Antes de ese hecho, Charlize tenía miedo. Después de él, buscó siempre fortaleza en su interior; no juzgarse por algo que no estuvo en sus manos. Considera que toda su vida ha sido afortunada, especialmente por el esfuerzo de su madre. Si pudiera cambiar algo, aclara, sería haber obligado a sus padres a divorciarse. No cree que las personas deban estar atadas, ni tolerar el sufrimiento. Tampoco cree en los desenlaces trágicos.

Olvidar el pasado ha sido toda una tarea —la actriz ha reconocido que consumió drogas como éxtasis, cocaína y marihuana desde los 20 años—, pero la entereza, la dedicación y el talento le han fructificado: “Después de un tiempo dejé de sentir interés por eso (las drogas); cumplí 30 años y pensé: se acabó todo eso”, revela.

Además del Oscar por “Monster”, la sudafricana ha sido nominada un par de veces más y en esta edición buscará de nuevo la estatuilla por su actuación en “El Escándalo”, donde interpreta a la periodista, activista y abogada Megyn Kelly.

“Sobreviví. No tengo miedo a la oscuridad. En todo caso, me intriga porque creo que explica mejor la naturaleza humana”, ha dicho Theron a The New York Times.

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Renée Zellweger: La felicidad en un garaje y con un perro

“Judy”

Zellweger

Foto: Reuters/Lucas Jackson

Renée Zellweger está contenta y eso que aún no sabe que será una de las actrices más importantes en unos años: la Mejor de reparto en el Oscar, el BAFTA, los Globos de Oro y el Premio del Sindicato de Actores por “Cold Mountain”; y estará nominada tres veces más, incluida la nominación del 2020.

Es 1995, ha dejado su natal Texas y vive sola en un garaje de West Hollywood, en Los Ángeles, ya ha tenido participaciones en el cine pero está lejos de ser reconocida. Lo importante es que se ha emancipado y es feliz, lo remarca, porque tiene un espacio propio junto un gran compañero, su perro Dillon.

“Mi vida parecía estar comenzando a ganar impulso, en términos de madurez y crecimiento, y diferentes oportunidades profesionales. Mi perro y yo finalmente habíamos encontrado nuestro camino por Los Ángeles”, recordaría.

Justo en ese momento, llegó su primer gran protagónico en “Jerry Maguire”. El director Cameron Crowe vio en ella esa cierta ingenuidad y alegría que irradiaba toda la pantalla, no se equivocó.

Él lo recuerda porque era la misma personalidad que ella mostraba en el rodaje: “Hubo muchas noches en las que haciendo la película, Renée decía: 'No puedo creer que esté haciendo esta cinta. No he hecho tanto, ¿sabes? ¡Mira ese camión! ¡Ese camión es más grande que todo el set de la película que acabo de hacer!’”.

El gran desafío de Zellweger ha sido no perder todo eso que enamoró en su juventud; no es fácil. En parte se inspira en la historia de sus padres. Su madre, Irene, luchó desde pequeña en un país ocupado en la Segunda Guerra Mundial.

“Había municiones cayendo del cielo”, describe René a la niñez de su madre.

“Correr y esconderte era parte del día a día. Cuando piensas que esa es la realidad de niño, ¿te imaginas el sistema de valores que estableces? Mi hermano y yo hemos sido los beneficiarios de eso. Ella es genial".

En 2005, Renée estuvo por primera vez en el ojo público con su matrimonio rotó, lloró al ver los tabloides y fue justo su hermano quien la apoyó. Un día él compró varios y la invitó afrontarlos, a analizar lo absurdo de confundir la vida pública con la privada.

“Los hombros (de su hermano) temblaban, y pensé: 'Oh, Dios, él también está llorando'. Y miré por encima: se estaba riendo. Comenzó a leerlos en voz alta y de una menra ridícula. Nos reímos juntos”. La actriz hoy tiene 50 años y ha sorteado las últimas críticas que se hicieron sobre su apariencia física. ¿Cómo? Está nuevamente nominada al premio Óscar por “Judy”, en donde interpreta a la ícono Judy Garland. Luce radiante en las fotos y, claro, sonríe.

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Scarlett Johansson: La niña que aprendió a mirar rascacielos

“Historia de un matrimonio” (“Marriage Story”)

Scarlett Johansson

Foto: Reuters/Mario Anzuoni

La pequeña Scarlett nunca se acostumbró a las mudanzas. En la infancia la situación económica de sus padres no era buena, cambiaba de casa varias veces hasta que, finalmente, encontraron un edificio para familias de bajos ingresos.

Ahí creció junto a sus cuatro hermanos, vivía el presente y el futuro era más bien brumoso. Hoy Johansson es la actriz mejor pagada del mundo (suma 56 millones de dólares en su fortuna según la revista Forbes 2019).

“Mi padre apenas ganaba para poder vivir, fuimos a escuelas públicas y dependíamos de programas de ayuda para el transporte y el comedor escolar”, recuerda.

La falta de dinero no significa deshacerse de las pasiones, Scarlett tuvo dos ideas muy claras de sus padres.

“Mi padre era arquitecto, por lo que nos enseñó a mirar los rascacielos, íbamos con él a museos de diseño y esas cosas”, recuerda. Esto fue un aprendizaje metafórico; el literal lo tomó de su madre, quien era amante del cine y la producción.

Decidió llevarla a castings de comerciales, pero un día ya no quiso hacerlo: a Scarlett le deprimía mucho el rechazo.

“¿Estás segura de que quieres hacer esto?”, le preguntaba. “¿Te sigue gustando?, porque si ya no te gusta es hora de probar otra cosa”.

Entonces la rubia decidió algo: eligió hacer frente al rechazo porque cuando algo te apasiona tienes que continuar. Debutó a los nueve años en la cinta “North” del director Rob Reiner; dos años más tarde fue nominada a mejor Actriz en los premios Independent Spirit y fue en 1998 cuando atrajo la atención al protagonizar la película “El hombre que susurraba a los caballos”.

Hoy tiene 35 años y se ha consolidado como una actriz-heroína, no sólo por su papel como Black Widow, del universo Marvel. Su poder femenino ha traspasado en sus demás papeles: como líder futurista en “Ghost in the Shell” o como la valiente Rosie Betzler, quien esconde a una niña judía en “Jojo Rabbit”.

Está nominada este año por ese papel como Actriz de reparto, y también como Mejor actriz por “Historia de un matrimonio”; un logro que sólo han logrado 11 personas. En esta cinta interpreta a una mujer en proceso de divorcio, algo que ella misma ha vivido en tres ocasiones.

“En realidad no comprendía bien lo que era el matrimonio. Creo que, de algún modo, le di una visión demasiado romántica. Ahora es una cuestión diferente de mi vida. Me siento en mi lugar en el mundo, capaz de tomar decisiones más activas”.

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Cynthia Erivo: La voz de alegres predicciones

“Harriet”

Cynthia Erivo

Foto: Reuters/Mario Anzuoni

Una madre se gana la vida como enfermera, ha dejado Nigeria para vivir en Inglaterra y tiene una hija de 18 meses. Lleva un pequeño libro en donde hace una predicción de la pequeña: “mi bebé será cantante y actriz”.

Quedó corta: Cynthia Erivo obtendrá un Tony en Broadway, un Grammy por un el mejor Álbum de teatro musical, estará nominada al Globo de Oro y al Oscar. En la mira de los máximos galardones del teatro, la música y el cine de todo el mundo.

Su infancia en Stockwell, Inglaterra, recuerda, fue feliz, aunque su padre no estuvo “ni en pintura y sólo lo vi una vez en 16 años”. No hacía falta, siempre la apoyó su madre quien estaba segura que su hija cumpliría sus sueños. “No fue una sorpresa para ella (cuando le dijo que sería actriz) porque ella ya lo sabía”.

Erivo no sabe si la predicción de su madre tuvo que ver. Ella tuvo su propia revelación a los cinco años. La invitaron a cantar “Silent Night” en vísperas de Navidad y la multitud, no entendía ella por qué, se volcó a su interpretación. "No sé si estaba haciendo un buen canto, solo sabía que cualquier sonido que estaba emitiendo hacía feliz a la gente”, recuerda.

Cuando tenía 16 años debutó en el musical “The Colour Purple” y gracias a esta producción emigró a Broadway y poco tiempo después dio el salto a la gran pantalla con “Widows” y “Bad tmes at the El Royale”.

Está nominada este año al Oscar por su papel en “Harriet”, la película basada en una ícono estadounidense en contra de la esclavitud; la decisión de que fuera una británica la que la interpretaría no gusto, incluso hubo un hashtag en redes sociales llamado #NotMyHarriet.

Ella respondió: “Antes de ser británica, soy una mujer negra. Lo primero que ve la gente es el color de mi piel y mi sexo. Así es como he vivido toda mi vida, soy africana de primera generación así que esa es también mi cultura. He visto personas insultar a mi madre por ser de dónde ella es y me han insultado por eso”.

Erivo se define como “fuerte”. Lo es. Además de ser cantante y actriz todoterreno, es fanática del ejercicio. Su gran sueño, de hecho, es interpretar a la tenista Serena Williams a quien ve como una referencia: "Me encantaría, porque creo que es la combinación perfecta de poder, fuerza y "feminidad", dice con humildad, casi como si ella no representara algo parecido.

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Saoirse Ronan: La ilusión no tiene límites

Mujercitas (Little Woman)

Saoirse Ronan

Foto: AP/Invision/Amy Sussman

En los 80, se vivió una profunda recesión económica en Irlanda que obligó a dos de sus ciudadanos, Paul Ronan y su esposa Mónica, a emigrar a Estados Unidos de manera ilegal.

Saoirse nació en el Bronx en 1994, la misma que hoy compite por un Oscar luego de tres nominaciones anteriores, lo que la coloca como la segunda actriz más joven en recibir cuatro oportunidades en la Academia de Hollywood.

"Mis papás vivían en un pequeño departamento terrible en el Bronx y, porque eran ilegales, fueron muy maltratados e hicieron algunos trabajos horribles", comparte.

Mónica, su madre, laboraba como niñera o limpiando casas, en especial recuerda una enorme mansión en la zona lujosa del Upper West de Nueva York, cuyo dueño, un tipo prepotente, le pidió limpiar hasta el último rincón sin un buen pago. Su padre, que de inicio trabajaba en construcción, también tuvo trabajos similares por extenuantes y mal pagados. Él recuerda cuando reventó la tubería del hotel Waldorf Astoria y tuvo que repararla durante horas con una recompensa ínfima.

Todo era llevadero por que ambos se imaginaban un mejor futuro para la pequeña Saoirse, ella no lo recuerda, pero en unos meses iría a los ensayos de su padre en un pequeño teatro en donde él debutó como actor al ser descubierto por otro cuando era un barman.

"Ellos no tenían nada, fueron ilegales durante unos años, así que no podían salir del país porque no se les permitiría volver. Mi madre insistió en que me era bueno tenerme allí (en Estados Unidos) para que nunca tuviera que pasar por un momento difícil”, remarca la joven.

Se mudó a la tierra natal de los padres cuando ella cumplió tres años. Ahí recibió la educación necesaria en su ya alentada e inconsciente carrera actoral.

El primer papel que interpretó fue en el año 2003, en la serie “The Clinic”, posteriormente audicionó para interpretar a Luna Lovegood, personaje de la saga “Harry Potter”, pero no logró obtenerlo.

Eso no puede considerarse ni siquiera un descalabro: en 2007 logró una nominación al Oscar por Mejor actriz de reparto por “Expiación”. Hoy, esa pequeña que su padre llevaba a los ensayos en un pequeño teatro, ya hace historia con tres nominaciones más con sólo 25 años.

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Joaquin Phoenix: El ave que renació

“Joker”

Joaquin Phoenix

Foto: AP/Carolyn Kaster

Joaquin Bottom abrió los ojos por primera vez en Puerto Rico, dijo sus primeras palabras en Venezuela y caminaba recién ya en Estados Unidos, ahí ya no se llamaba Joaquin Botton, sino Joaquin Phoenix, en honor al ave Fénix, que renace.

Su familia no podía haber adoptado un mejor apellido para él. Sus padres acompañaron muchos años a otros que, como ellos, creían en un culto religioso. Recorrieron Latinoamérica y por ello, Joaquín y sus cuatro hermanos nacieron en países distintos.

Los hermanos Phoenix tuvieron que hacer alianzas en medio de la inestabilidad. Por ejemplo, desde muy niños decidieron volverse veganos: “Cuando tenía tres años, mis hermanos y yo presenciamos la matanza de pescados en una forma realmente violenta y era obvio que eso era algo en lo que nosotros no queríamos apoyar”, recuerda.

Juntos encontraron una buena forma de ganarse la vida: en las calles tocando música y bailando. No duró mucho, su madre consiguió un empleo como secretaria de una agente infantil de la cadena NBC quien descubrió el talento en los niños.

Los primeros en obtener un papel fueron Joaquin y su hermano mayor, River, en la película “The riddle of dislexia”. Luego de participar en varios proyectos más, Joaquin se mudó una vez más, esta vez llegó a México y Cuba junto con su padre.

River alcanzó la fama mientras Joaquín se ausentaba. Al volver, ambos seguían siendo los mejores amigos.

Joaquín perdió a ese mejor amigo por una sobredosis. Fueron juntos a una fiesta y, tras separarse un momento, lo vio convulsionándose. Llamó a emergencias: “Vengan por favor, creo que ha tomado Valium o algo que, no sé, pero por favor vengan que está muriendo”.

El protagonista de “Joker” recordaría años más tarde un momento especial con River, tenían 15 y 16 años respectivamente, cuando su hermano mayor llegó con un VHS de la película “Toro salvaje”. “Me sentó y me hizo verla, y al día siguiente me despertó y me hizo verla de nuevo. Me dijo: ‘vas a empezar a actuar de nuevo, esto es lo que vas a hacer’. No me preguntó sólo me lo dijo, y estoy en deuda con él por eso, porque la actuación me ha dado una vida increíble”, recordó el actor en los premios TIFF de 2019.

El actor fue aplaudido por la película “El Gladiador”, con el cual estuvo nominado a los premios BAFTA, los Globos de Oro y su primera nominación al Oscar; desde entonces suma ya tres nominaciones y con “Joker” espera obtener la estatuilla.

Interpretar a Arthur Fleck, el Joker, bajó 23 kilos en cuatro meses, “No me alimentaba, sólo comía una manzana al día. También tomaba, entre otras cosas, lechuga y judías verdes al vapor”.

Lo importante para Phoenix es que, con su interpretación, más de uno pueda hablar de sus problemas personales y renacer.

“Scott Silver y Todd Phillips (los directores de ‘Joker’), ustedes hicieron trampa, tomaron un personaje de cómic, y lo usaron para hablar sobre el trauma, la violencia, la soledad, y la salud mental, ustedes invitaron a la audiencia a ver cómo se siente cuando eres uno de los olvidados", expresó el actor en la última entrega de los Critics’ Choice.

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Adam Driver: Un inadaptado con vocación

“Historia de un matrimonio” (“Marriage story”)

Adam Driver

Foto: AP/Invision/Victoria Will

Fracasado, fracasado, fracasado. Esas palabras rondaban por la mente de Adam Driver cuando era adolescente e incluso antes, en su niñez.

El actor hoy está nominado por segunda vez al Oscar, esta vez al interpretar a un hombre que sortea un divorcio en la cinta “Historia de un matrimonio” (“Marriage story”).

Ese es un tema delicado para él, cuando era pequeño, sus padres Nancy y Joe se separaron así que tuvo que ceñirse —o intentar hacerlo— a la estricta educación de su padrastro, un ministro que pertenecía a una Iglesia Bautista.

No le fue bien. Él mismo se define como “inadaptado”. Un día se subió a una torre de radio con vino barato y amigos, ahí reforzó su idea de organizar peleas callejeras. Se inspiraba entonces en la cinta “El club de la pelea”, protagonizada por Edward Norton y Brad Pitt. Además de golpear y ser golpeado, le prendía fuego a cosas y vandalizaba propiedad privada.

Lo único que le daba cierta paz era actuar. Canalizaba energías. Tuvo la idea de recomponer el camino e iniciar su carrera en ese rubro en la mejor escuela de teatro de Nueva York, Julliard. Fue rechazado. Se mudó a Los Ángeles, pero no pudo estar más muchos días: regresó con su madre y padrastro.

El joven Driver ya no lo era tanto, así que frustrado y enojado, escuchó cómo sus padres le pidieron pagar alquiler por su habitación y lo instaron a trabajar vendiendo aspiradoras de puerta en puerta. También fracasó en ese intento.

Harto, su padrastro entró un día a su habitación y le arrojó un folleto de reclutamiento militar. Adam tenía 17 años y acababa de ver en televisión el atentado a las Torres Gemelas así que se motivó. Antes de cumplir 18, se alistó al Cuerpo de Marines.

“Al igual que muchas personas en el país en ese momento, me sentí lleno de patriotismo y tenía el deseo de hacer algo; eso junto con el hecho de que no estaba haciendo nada", contaría después.

Ya estaba preparando para la guerra de Irak y fracasó: un accidente de ciclismo de montaña truncó su carrera militar. Los frenos de su bicicleta fallaron, él cayó y se fracturó el esternón. Intentó recuperar su estado físico pero no pudo, se dio de baja por razones médicas en 2004. "Estuve deprimido por mucho tiempo después de eso", recordaría.

Asistió luego a la Universidad de Indianápolis, un año, y lo pensó de nuevo: quería ser actor. Buscó otra oportunidad en Julliard, esta vez se quedó: conoció a su actual esposa ahí, se graduó en 2009 y a los 26 años, ató cabos, había encontrado su vocación.

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Jonathan Pryce: Matices que lo transforman todo

“Los dos papas” (“The two popes”)

Jonathan Pryce

Foto: AP/Chris Pizzello

“Lo que pudo haber sido”.

Con esta frase, llena de nostalgia, Jonathan Pryce recuerda casi en tonos oscuros a su padre. El actor de 72 años tenía 28 cuando su “viejo” murió. Fue por una embolia de la que nunca se recuperó.

“No volvió a hablar. Nunca pude hablar con él de nuevo. Tenía conversaciones telefónicas unilaterales desde Nueva York, respondiendo todas las preguntas que esperaba que me hiciera, y luego murió. Es terrible y lo lamento”.

Su padre era un hombre fuerte con una historia propia de película. Trabajaba en una mina y conoció a su madre, ella lo salvó de la muerte primeramente, lo sacó de ese trabajo y le propuso hacer una familia y trabajar juntos, lejos del tizne, como comerciantes.

Jonathan creció entonces en un búngalo pequeño de un pueblo llamado Carmel, en Gales. Los recuerdos lejanos del actor no son grisáceos, sino de colores vívidos, de jardines grandes y bosques interminables, de canteras y campo abierto.

Quería ser cantante pop, luego pintor. Y aún hoy pinta, aunque su cuadro favorito no es propio, sino de su hijo: un autorretrato que le hizo Patrick, antes de partir a Nueva York.

Lo demás es conocido. Estudió en la Real Academia de Arte Dramático hasta 1971, posteriormente trabajó en diversas compañías de teatro y actuación, y en 1985 ganó un premio Tony gracias al musical “Miss Saigón”.

Era locutor para publicidad en Estados Unidos en 1993 y en esa época tuvo la oportunidad de actuar en la película de Martin Scorsese, “La edad de la inocencia”... luego más teatro y cine, “Piratas del Caribe”, “Juego de Tronos”... “Los dos papas”, por la que ahora está nominado al Oscar por interpretar a Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco.

Pryce no cree en Dios, lo acepta, pero le gusta este personaje (también comer en la Plaza de San Pedro, en Roma). También suele decir la frase: “Gracias a Dios”. Como cuando habla de su esposa: “Gracias a Dios, Kate Fahy es una persona extraordinaria. Todavía se ríe de mis bromas”. Con ella se casó en 2015 “por razones legales”. “No nos habíamos casado antes porque no lo considerábamos necesario”. Han pasado cinco décadas juntos.

Al mirarse el espejo, Jonathan dice que piensa en la vejez, la que no conoció su padre como él.

“Supongo que, desesperadamente, trato de encontrar cosas que me gustan de mí. Cuanto más viejo te haces, más te encuentras buscando cosas que solías ver y que te gustaban cuando eras más joven”, reflexiona con el medio británico, Independent.

“Solía tener mucho miedo de envejecer y de morir”, se confiesa en otra charla, con The Guardian. “Ahora, estoy más resignado a lo inevitable. Escuchas a las personas mayores decir que hay cosas buenas de ser viejo. No sé cuáles son las cosas buenas”, bromea.

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Antonio Banderas: Un corazón que juega y resiste

“Dolor y gloria”

Antonio Banderas

Foto: AP/Brynn Anderson

Antonio Banderas debe tener algo especial para ver el cuadro completo, como un estratega sobre una cancha de futbol que debe descifrar el campo y, al menos, sacar provecho de él.

Un día, estaba ejercitándose y sintió un leve dolor en los brazos y luego en las mandíbulas. Entonces su pareja actual, Nicole Kimpel, le dio una aspirina y, eso cree, pudo ayudarlo a seguir: le devino un ataque al corazón. Era el 26 de enero de 2017.

El malagueño es bueno para las fechas, cita el día exacto de episodio en el fue sometido a una intervención en el que se le implantaron tres ‘stents’ en las arterias coronarias; también tenía arritmias, así que le practicaron una termoablación. “Pero no ha sido tan dramático como se ha escrito", considera.

“Uno comete errores y yo he pagado; como fumar, eso ha sido un error toda mi vida. Mi mensaje es para que lo abandonen, que no lo hagan por ellos mismos solamente, que lo hagan por sus familiares, sus hijos”, aconseja.

Para colmo, no faltaría mucho para despedirse de su madre, la muerte y la salud le significaron depresión. Hubo tanto desazón que sólo así puede entenderse una de las mejores interpretaciones de su vida: su rostro taciturno en “Dolor y gloria” bien podría representar al hombre que estuvo al borde de la muerte y enfrentó los estragos del tiempo.

¿Cómo te recuperas de golpes así? Él respondió a esta interrogante: “Pase lo que pase, lo que no quiero es vivir muerto, morirme antes de morirme”.

Todavía había mucho por hacer aunque no sabía qué, como un musical en su natal Málaga y, claro, estar nominado por primera vez al Oscar luego de una persistencia actoral de más de tres décadas y casi 100 proyectos fílmicos.

El lo piensa: no siempre quiso ser actor. Hay un dato sin mucho sentido que se lo recuerda diariamente: cada vez que Antonio Banderas se coloca un zapato en el pie izquierdo éste le aprieta; créase o no, pero él esto es un recordatorio de lo que pudo ser.

Soñaba con ser futbolista. Lo había decidido él, su talento innato y su tesón. Pero el 18 de noviembre de 1975, otra fecha que recuerda porque, además, fue dos días antes de la muerte del dictador Francisco Franco, cuando Antonio tenía 15 años, se lesionó mientras jugaba y se acabó su carrera. El teatro era la otra opción (protestar contra el franquismo en especial interpretando obras de Bertolt Brecht y ser detenido por ello, también).

Entonces, pasaron cuatro años para que se decidiera a realizar el viaje de su vida, ese del difícil retorno, para él fue de Málaga a Madrid. Se habla de una despedida casi melodramática, con madre y amigos incluidos, y unas cuantas pesetas. Y un tren, claro.

Lo cierto es que Banderas dejaría atrás la vida sencilla que le regaló con amor una profesora y un policía, conocería a un tal Pedro Almodóvar, contendería en los Premios Goya, buscaría la fama en Hollywood, sería criticado por su idioma, aprendería a cerrar bocas seduciendo a millones en algunas cintas —junto a Tom Cruise y Brad Pitt en traje de vampiro, por ejemplo—, o a la propia la reina del pop, Madonna. Y, sí, recibiría una nominación al Oscar en 2020.

Al actor le sigue atrayendo el futbol, claro, admira a Messi y Ronaldo por igual, también le hubiera gustado ser Sebastián Viberti, el futbolista argentino. Pero no, José Antonio Domínguez Bandera fue actor. Y no cualquiera, decidió ser Antonio Banderas.

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Leonardo Dicaprio: El eterno polizón de Hollywood

“Había una vez… en Hollywood” (“Once upon a time… in Hollywood)”

Leonardo Di Caprio

Foto: AP/Invision/Victoria Will

La vida parecía estar llena de infortunios. El amor de sus padres se acabó cuando él tenía apenas un año, desde entonces, vivió con su madre en un peligroso barrio de Los Ángeles donde fue a contracorriente.

“La esquina en la que vivía era un gran centro de prostitución y había crímenes por todos lados. Muy parecido a lo que se veía en la película Taxi Driver, recuerda.

Su madre Irmelin debía ganarse la vida. Tuvo la idea de llevarse al pequeño Leo, de tres años, a castings para comerciales. Era una forma, además, de alejarlo de la vida que de cualquier forma él atestiguaba.

“A los cinco años veía a adictos a la heroína; veía cómo se inyectaban. Las drogas acaban con tu vida, ya no eres tú mismo. Es algo que nunca quise hacer”, asegura.

Las dos caras de la esquina en la que Leonardo DiCaprio vivía eran muy particulares: siempre estuvo justo enmedio de la perdición y la gloria.

“Nací y crecí en Hollywood, en la esquina de Hollywood Boulevard y Western. Siempre digo que soy actor porque vivo en Hollywood. Soñaba con ser actor, pero nunca me sentí parte del club, Si no fuera porque iba al colegio allí y porque mi mamá me llevaba a los castings, nunca habría sido capaz de trasladarme a este lugar”.

Quizá también le motivaban las largas caminatas con su madre por barrio adinerados de Hollywood. Ella quería quería que su hijo soñara con otro mundo. “Podía ir hasta Beverly Hills, visitar los jardines de sus casas y encontrarme con una cascada. ¡Con una cascada!", recuerda DiCaprio.

Llegaron finalmente sus papeles en los programas televisivos “Parenthood” y “Santa Bárbara”, por los que fue nominado para a los premios Young artist.

En 1997 James Cameron le ofreció el papel de Jack en la película más cara de ese entonces, Titanic, inicialmente DiCaprio rechazó el papel pero luego su compañero de reparto en Romeo y Julieta, Paul Rudd, lo convenció.

“Es mi primer intento en el cine comercial, pero este caso en particular encaja perfectamente conmigo porque yo no soy ese tipo de chico que hace ese tipo de películas. Esta es la única que tenía una buena historia y que involucra a personajes reales con una carga emocional”, dijo en ese entonces.

Entonces Leonardo dejó de mirar casas ajenas. Se convirtió en uno de los actor más reconocidos de su época, protagonista de la cinta más taquillera del momento, el galán de toda una generación.

Sólo el Oscar se le resistió. Estuvo nominado en 1993 cuando interpretó a un niño con enfermedad mental en la película “¿A quién ama Gilbert Grape?”, tuvo cuatro nominaciones más y, finalmente, en 2016 cuando filmó “El renacido”, de Alejandro Gónzalez Iñárritu. Este año busca repetir la experiencia por “Había una vez… en Hollywood”, de Quentin Tarantino.

“Materializar los sueños es como ganarse la lotería: hay que estar en el lugar indicado en el tiempo preciso. Casi toda mi vida ha consistido en no echar por la borda esa oportunidad, ya que tuve mucha suerte de que me ocurriera a mí”, dijo a la edición peruana de la revista Cosas.