Pintado a través de sus palabras
Si ya no estoy, cómo me importa cómo me recuerden, no sé, que mis hijos digan que era buen papá o no tan mal padre, ya con eso".
No soy muy dado a dar consejos, pienso que todos descubrimos en algún momento qué cosa es lo que tenemos que hacer, cómo debemos ser, estar en el mundo y cada quien escoge su camino, no podría decir a la gente este es el camino o no hay más ruta que la mía".
Mi último dolor es Ayotzinapa, bueno, la vida está hecha de dolores, pero esto no puede pasar así, pasar la página como quisieran muchos políticos, esto tiene que marcar al país para que se dé un cambio, pero al mismo tiempo pareciera que no, la política sigue su curso y víctimas hay por todos lados. No acabamos de creer esto que pasó".
Siempre ha habido muros. No es la primera vez. En el fondo, la gran muralla china fue hecha para contener invasores que querían apoderarse de China; está el muro de Berlín, está el de Israel y Palestina, y bueno, el de México, que creo que, en partes, ya está construido. Me tocó en Europa con el muro de Berlín, pero no había estas mareas de migrantes, era más fácil circular". Sobre el muro de Trump
Si en México hubiera menos violencia y corrupción, si hubiera un tipo de organización que dejara (vivir) a la gente en el país, porque la gente se va porque no tiene medios para sobrevivir, si los mexicanos trabajáramos para ser un país autosuficiente y no tan dependiente de Estados Unidos… pero eso nunca se va a dar, seguramente".
Nos desligamos de la lengua de los abuelos de mis padres, por el fenómeno que se da, de negar la lengua materna, el cual se fomentó en las escuelas, bajo la creencia de que había que civilizarse".
(Las lenguas indígenas) sobrevivieron a la Conquista y se les debe dar importancia que, aunque sí se le ha dado, ha sido limitada y debe hacerse mejor de lo que se ha hecho (...) han habido instituciones encargadas de ello. Pero ojalá que surja alguna institución que se dedique a ello a fondo".
A principios de los años sesenta visité el Museo de Colonia, donde vi uno de los últimos autorretratos de Rembrandt. Me gustó mucho: viejo, desdentado, con un trapo amarrado a la cabeza riendo ante un espejo. Tenía yo 21 años. ¡Quién diría que años después me vería en aquel espejo”.