VIVE DE GOLPES Y REMINISCENCIAS
El medallista olímpico Juan Fabila puso su propio gimnasio y una tienda, después de retirarse
Adriana Díaz - Universo Deportivo / EL UNIVERSAL
De pie, recargado en una de las esquinas del ring en el gimnasio que lleva su nombre, Juan Fabila observa a uno de los alumnos que diariamente acuden a su escuela para formarse como los nuevos campeones del pugilismo tricolor.
Entero y poseedor de una prodigiosa memoria, el único medallista mexicano en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 (bronce en los 51kg) dirige los movimientos del joven aprendiz mientras recuerda su hazaña y analiza a detalle su vida después de subir al podio.
“Yo libré dos batallas, una en el ring y otra con mi entrenador argentino, que me insultó toda la pelea. Recuerdo que su palabra favorita era maricón de m...; cuando estaba por definirse el bronce me dijo en uno de los descansos, vas perdiendo pen.... ya en los vestidores me recriminó que la medalla debería ser de oro”, relata.
Como Fabila lleva tatuada su presea en ambos brazos. Y aunque ya pasaron 53 años desde aquel 1964, conserva frescos sus recuerdos. “Lo importante fue que le cumplí a mi padre, porque siempre le dije que sería tan famoso como el ‘Ratón’ Macías”.
A sus 72 años de edad, el ex púgil dirige su gimnasio ubicado en la delegación Tlalpan; también está al pendiente de su miscelánea junto con su esposa y su hija Daniela.
“Conocí la fama porque todo mundo me entrevistaba, después de la euforia el tiempo ha sido bueno conmigo, no me quejo porque sigo haciendo lo que me gusta y con mi gimnasio, gracias a Dios ya llevo 30 años”, cuenta.
En su escuela, herencia de su padre, quien también fue boxeador, se han filmado escenas de películas y telenovelas como El Premio Mayor, además de ser sede de funciones de boxeo, lucha libre y torneos locales. “Aquí estuvieron el Perro Aguayo, los Villanos y Fishman. Tuve que talachearle mucho para tener éxito, incluso me salía de la casa a pegar carteles en las calles”.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas, pues para algunas personas el éxito de Fabila resultaba incómodo.
“Hace tiempo tuve muchos problemas graves porque venía la gente a provocarme para que les pegara y sacarme dinero. En la delegación hasta me llegaron a decir que me cambiara de casa, pero no acepté”.
Después de conseguir su medalla, Juan se fue al profesionalismo. “Al principio me fue bien, gané muchas peleas y viajé a países como Nicaragua y Estados Unidos, pero después me dediqué a mi matrimonio y ya no llegaron los resultados, por lo que decidí decir adiós”, explica Fabila, quien se retiró en 1973.
El medallista se preparó como entrenador de boxeo, tomo cursos y dedicó un tiempo a impartir conferencias en toda la República; también trabajó en la delegación Tlalpan y actualmente está jubilado.
“Soy una persona feliz, todo se lo debo a Dios, a mi padre y a mi esposa, quien me apoya en todo. De repente me llega la amargura por no haber ganado el oro, pero ya no hay remedio, soy una persona agradecida”.
"Yo libré dos batallas, una en el ring y otra con mi entrenador argentino, que me insultó toda la pelea"
Formar un medallista olímpico no es cosa sencilla, analiza el medallista de bronce en Tokio 1964, Juan Fabila.
“Para empezar se necesitan entrenadores capacitados, que presenten exámenes para demostrar sus conocimientos y que tomen cursos para actualizarse. Yo estudié después de retirarme y por eso nadie pudo humillarme”.
A los nuevos talentos del pugilismo hay que exigirles, añade el capitalino. “Hay que partirse el alma, como decía mi padre. Para conseguirlo necesitan respaldarlos en todo lo que necesiten, como sus viajes para adquirir el fogueo. Si todos los elementos necesarios no se juntan, entonces los resultados no van a llegar”.
Fabila aplica sus conocimientos en su gimnasio, en compañía de su hija.
“Ella no fue boxeadora, pero estudió mucho todo lo relacionado con el deporte. Creo que hacemos una buena dupla y ojalá algún día pueda formar a un campeón”.