Diana Higareda
El gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido denominado como el “sexenio del empleo”. De 2013 a 2017 la población ocupada subió de 49.3 millones a 51.8 millones de mexicanos, pero lo más relevante es que estos empleos cada vez son peor pagados. Tres de cada cinco de estos trabajadores, es decir 31.7 millones, ganaban entre uno y tres salarios mínimos, equivalente a 265 pesos al día como máximo. Esta reducción en los sueldos ha recaído principalmente en las mujeres, de acuerdo con un análisis realizado por la Unidad de Datos de El Universal.
Mientras que en 2013 se registraron un millón 82 mil 392 mexicanas que ganaban más de 13 mil 500 pesos mensualmente en sus empleos, en 2017 tan solo 726 mil 137 mujeres declararon contar con este sueldo al mes.
Tabasco, Veracruz, Morelos, Aguascalientes y Querétaro son los estados en donde más mujeres han perdido trabajos bien pagados. En el periodo de 2013 a 2017, estas cinco entidades reportaron una disminución del 70%, en promedio, de estas plazas.
Y es que muchos prefieren mantener un empleo con un mal salario que pasar nuevamente por los largos procesos de búsqueda. El mexicano tarda, en promedio, de tres a cuatro meses en encontrar trabajo, de acuerdo con Inegi. Pero estos resultados por lo general no van de la mano de un buen sueldo.
*Equivalente a cinco salarios mínimos: 13,254 pesos mensuales
Naomi, de 24, pasó más tres meses recorriendo las bolsas de trabajo de diferentes páginas de Internet. Después de más de 120 días sin ningún ingreso económico y con cada vez menos opciones, tuvo que aceptar un empleo con bajo salario y a dos horas de distancia de su casa. Egresada de una universidad privada, con un título en Contaduría y Finanzas y con más de un año de experiencia en su campo gana ocho mil pesos libres al mes y recibe un bono de dos mil pesos por hablar inglés.
Su contrato especifica que su jornada laboral es de 10 horas, pero rara vez logra salir en el horario acordado. En la realidad trabaja entre 12 y 16 horas diarias.
“Que haya mayor empleo no es reflejo de una mayor calidad. Sí hay un avance en la generación de trabajos, pero estos son precarios y no ganan más de tres salarios mínimos”, explica José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC).
El horario laboral de Naomi en realidad empieza 15 minutos antes de las siete de la mañana. A esa hora tiene que tomar el primer autobús que la lleva desde el sur de la Ciudad de México hasta Paseo de la Reforma. En total pierde dos horas solo en llegar a trabajar.
Naomi forma parte de las casi dos millones de mujeres que hasta 2017 reportaron tener un empleo en la capital, entidad en la que cada vez es más complicado obtener trabajo. A pesar de ser la ciudad más grande del país, las cifras muestran que entre 2013 y 2017 su población ocupada se mantuvo estancada, de acuerdo con datos del Inegi.
“La capital renunció a la industria manufacturera por comodidad y ambientalismo, pero con esto perdió mucha generación de empleos porque este sector tiene más valor agregado que el área de comercio y servicios” explica el Doctor José Luis, del IDIC.
Con un título universitario en mano, Naomi analizó diferentes ofertas laborales. Pero en todas las vacantes el sueldo estaba por debajo de sus expectativas: entre 10 y 12 mil pesos mensuales, menos impuestos y con jornadas laborales de 12 horas. “No es fácil. Los procesos de contratación son muy lentos. Y los salarios muy bajos”, comenta la joven.
Después de tres meses en el desempleo, una firma financiera del sector privado le ofreció un “buen” empleo. El renombre de la empresa y sus grandes instalaciones le hicieron pensar que su salario sería competitivo. Además, en su contrato se estipulaban prestaciones superiores a las de ley, bonos y jornadas de máximo 10 horas. Nada de esto se cumplió.
Al igual que seis de cada 10 mujeres que hasta 2017 tenían un empleo, Naomi gana tres salarios mínimos al día. Su sueldo es de ocho mil pesos y todos los días trabaja hasta 16 horas sin pago por tiempo extra. El único beneficio adicional que tiene son dos mil pesos mensuales que la empresa decidió otorgarle como un bono por su buen manejo del inglés.
El horario que la empresa le prometió inicialmente tampoco fue real.
“En temporada alta, que es justo en estos meses, todo es más difícil. Las jornadas son de lunes a domingo. Llegamos a las nueve de la mañana y muchas veces salimos hasta la madrugada, pero no hay ningún pago de horas extra”, cuenta Noami.
Actualmente tener un trabajo con un sueldo por encima de los 10 mil pesos al mes, con jornadas de ocho horas diarias y cinco días a la semana es como encontrar una aguja en un pajar. De 2013 a 2017 se perdieron 926 mil 918 trabajos con un rango salarial de más de 441 pesos al día. En 2017 se reportaron apenas 2.7 millones de empleos en esta categoría, la cifra más baja en los últimos 10 años. De estos, siete de cada 10 plazas están ocupadas por hombres y solo en el 27% el cargo es de una mujer.
Este panorama empeoró para las mexicanas entre 2013 y 2017. De las 32 entidades del país, en 30 se redujo el número de mujeres con un sueldo por encima de los 13 mil 500 pesos mensuales. En la Ciudad de México este efecto también llegó. Los puestos bien pagados se redujeron un 26% en ese periodo. Las capitalinas que ganaban más de cinco salarios mínimos al día pasaron de 168 mil a 124 mil.
Las mujeres no solo enfrentan un rezago en cuestión del salario; el acoso y maltrato también marcan su día a día. Naomi tiene que trasladarse por dos horas para llegar puntualmente a las oficinas de Reforma y desde los primeros minutos lo primero que escucha son los gritos de su actual jefe.
“Todo el tiempo me dice que no estoy comprometida y que no avanzo, pero si quedarse más de 16 horas en el trabajo no es compromiso, no sé qué más espera”, recalca.
El mal horario que tuvo que aceptar más un sueldo que pocas veces le alcanza para algún gusto extra, también la han hecho vulnerable a la delincuencia y el acoso en la calle. “Como salgo muy tarde sí me ha pasado que me han seguido. Las cuatro cuadras que tengo que caminar hasta el paradero están muy oscuras. A eso añádele el miedo de que te asalten en el camión de regreso”, cuenta Naomi.
Rentar un lugar más cercano o tomar transporte privado para evitar la inseguridad es algo impensable. Los precios de la zona más cercana a su empleo la obligarían a invertir el 80% de su salario tan solo en vivienda.
Después de más de un año en esta empresa financiera, Naomi tiene claro que su ciclo está por concluir. La presión del trabajo y el bajo salario son una combinación que ha mermado su salud.
“La verdad es que aguanté por la experiencia que esto me traería, pero creo que estamos acostumbrados a ser explotados para tener éxito y no creo que deba ser así, esencialmente cuando lo que trabajas no se refleja en tu calidad de vida”, asegura Naomi.
Ya sea en la capital, en Veracruz, Baja California o Jalisco, la situación laboral de las mujeres no es positiva. Sara, residente del Estado de México, buscó empleo por más de un año. Las vacantes que encontraba ofrecían un salario promedio de 11 mil pesos mensuales. Algunos puestos incluían prestaciones. Otros no tenían ni cobertura médica. Después de más de 300 días, encontró una vacante en una compañía multinacional. Ahí se quedó con un puesto en el área de diseño.
Con un título en Ingeniería en Animación Digital y un diplomado en el extranjero, Sara gana siete mil pesos libres al mes. Su sueldo fue una sorpresa para ella. La fama de la empresa le hizo pensar que era seguro que su salario superaría los 10 mil pesos, pero al igual que el 60% de las mujeres en México que tienen un empleo, sus ingresos no pasan de los tres salarios mínimos al día.
“Jamás me dijeron cuánto iba a ganar y la verdad es que no quise preguntar porque ya me urgía un trabajo. Por el nombre de la empresa y mis tareas pensé que tendría un buen sueldo pero no fue así”, cuenta.
La precariedad en los trabajos ha permeado a todas las entidades del país. En el Estado de México, lugar en el que radica esta joven de 25 años, la reciente creación de empleos ha detonado un crecimiento en su población ocupada en los últimos años. De 2013 a 2017, el número de mexiquenses con trabajo pasó de seis millones 820 mil a siete millones 260 mil. “Cuando los empleos están enfocados al comercio o las ventas, como en el caso de la capital, la productividad realmente es bajísima. Ahora las áreas de oportunidad se están dando en el Estado de México, donde la industria que se crea tiene un mayor valor económico” explica José Luis de la Cruz.
Esta realidad del mercado no se refleja en los empleos que se generan en el estado. Los trabajos bien pagados se redujeron un 40% entre 2013 y 2017. Las mexiquenses que ganaban más de cinco salarios mínimos al día pasaron de 104 mil a tan solo 62 mil 580.
Los principales factores de esta precarización del salario son la corrupción, la inflación y en años recientes, la cantidad de mexicanos que no consiguen un empleo. “Hay un exceso de mano de obra desocupada que explica la razón de que exista una precarización del salario. Además, los empleos que se están creando son en su mayoría informales y tienen una muy baja productividad, por ello también es muy difícil que los salarios crezcan de alguna forma” dice el doctor Luis Foncerrada.
Sara ha vivido esto por más de 10 meses. Tiempo en el que aún no consigue el contrato permanente y trabaja una jornada de 10 horas sin ningún tipo de prestación económica. La única razón para seguir en el puesto es ganar experiencia. Además, pensó que su situación mejoraría después de los tres meses de prueba, pero nada de eso ha llegado.
El bajo sueldo que gana se evapora cada mes. La mitad lo ocupa en la gasolina de su auto. El trayecto de su casa a su trabajo es de casi 45 minutos y usar el transporte público no es una opción por la inseguridad.
La mayor frustración para esta joven de 25 años es que la bandeja de entrada de su correo electrónico tiene varios mensajes de los altos directos de la empresa que le agradecen su creatividad y le aseguran que gracias a sus diseños la empresa ha generado ventas de hasta siete millones de pesos. Pero ninguna de estas grandes transacciones o halagos se ven reflejados en el sueldo de Sara.
Naomi y Sara son dos mexicanas que viven la precariedad de los nuevos empleos para las mujeres. Sus trabajos no les brindan las condiciones idóneas para vivir dignamente y a pesar de contar con títulos universitarios en carreras con alto grado de especialización, ninguna gana más de ocho mil pesos al mes.