Pese a que las mujeres deben remar a contracorriente en el sector pesquero mexicano, donde los factores de desigualdad se registran a nivel familiar, comunitario y gubernamental, también hay historias de éxito, de pescadoras que empezaron desde el fondo y que hoy manejan sus propias empresas.
Uno de estos casos es el de Minerva Pérez Castro, propietaria de Atenea en el Mar, compañía con sede en Ensenada, Baja California. Previo al embargo atunero de Estados Unidos en 1989, empezó desde abajo a empacar, pescar, cargar y preparar embarcaciones en negocios de langosta, atún y escama.
Sin embargo, hace 17 años apostó a la producción de almeja generosa, un molusco entonces despreciado y que ahora es uno de los más demandados en el mercado asiático.
Con el tiempo, las naves de la empresa aumentaron a seis, se da empleo directo a 50 personas y se generan otros 300 indirectos. Para crecer más, Minerva estudió una maestría en administración y buscó dar valor agregado al producto.
“La manera que yo encontré de diferenciarme y agregar valor a mis productos fue con las certificaciones sanitarias, ya tenía la capacidad de llegar a los mercados internacionales, pero no había plantas certificadas para moluscos bivalvos, por lo que me decidí a invertir todo lo que había generado en construir una, de hecho, es la única planta certificada para exportar a Estados Unidos, China, Europa y Canadá con almacenamiento húmedo”, expone.
Por su lado, Yanett Castro Medina aprendió desde los ocho años el oficio con su padre en la Bahía de Altata y Ensenada del Pabellón, Sinaloa. Trabajó el camarón, la escama, el ostión y las almejas.
Hoy es presidenta de administración de la Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera Almejeras de Santa Cruz, la única de su tipo en el estado donde las mujeres, que son mayoría, pescan y bucean.
No obstante, recuerda que muchas de las pescadoras que conoció en su juventud siguen en condiciones de pobreza, por lo que es momento de cambiar las cosas mediante la capacitación y los créditos que ayuden a dar valor agregado a sus productos.
“La mayoría no estudió, sacaron adelante a sus familias pero no se sienten valoradas y no está bien porque debería ser un motivo de orgullo, no lo sienten así porque nunca han ganado lo suficiente”, dice.