Mediante las herramientas de la estadística se pueden contestar preguntas como en qué lugares hay un patrón de delincuencia y qué factores están asociados a los conglomerados de hechos delictivos. Se pueden establecer mapas de riesgo para tener un mejor conocimiento de las zonas peligrosas, pero también para planear actividades de prevención.

Las matemáticas no son el villano de la película, sino todo lo contrario. Les ayudan también a los expertos a detectar patrones mediante ecuaciones diferenciales que permiten crear modelos. Con estas técnicas se podría incluso predecir qué tan grande puede llegar a ser la mancha de violencia en una zona, cuánto se va a expandir.

La neurociencia tiene mucho que aportar en estos temas, haciendo una diferenciación de los diferentes conceptos asociados a la palabra violencia y ayudando a reconocer las problemáticas específicas de individuos y grupos para desarrollar programas puntuales de prevención, así como políticas públicas que permitan combatir el problema antes de su desarrollo.