Alejandro Islas sale de su casa, una vivienda de una sola planta en el cerro del Techachal, puro rural del municipio de Tepetlaoxtoc. Camina menos de 20 metros y se detiene. Ante él hay un cráter enorme, rojizo, como si un Dios enojado hubiese arrancado un enorme pedazo de la montaña. El precipicio, sin nada que lo señalice ni una barda que evite caídas, es de decenas de metros y el terreno, tezontle mezclado con grava y tierra, es inestable, resbaladizo.
El agricultor de 64 años se gira. “Y de las tres minas que tenemos en este cerro, esta es la más chica”, comenta con una media sonrisa, resignado.
“Aquí antes había una mina, pequeña. Casi todo era un terreno cerril de seis hectáreas, con unos 70 metros de altura. Había árboles, magueyes, correcaminos... pero en 2016, se comenzaron a hacer excavaciones para extraer tezontle para el Nuevo Aeropuerto y casi se acabaron el cerro con estas tres minas”, recuerda
Cada día, entre 150 y 200 camiones trasladaban tezontle. En diciembre de 2018, coincidiendo con el fin de las obras del Aeropuerto, las tres minas pararon casi toda su actividad.
Según los documentos facilitados vía Transparencia, hay dos bancos pétreos de tezontle autorizados en este cerro, Las Cuevas y La Cueva. La primera obtuvo su permiso el 19 de diciembre de 2016 y la segunda el 3 de abril de 2018. Una imagen satélite de enero de 2017 sirve para comprobar que ambas minas fueron explotadas antes de tener los papeles en regla con la Secretaria de Medio Ambiente del Estado de México.
El satélite también permite observar dos irregularidades más: La mina La Cueva se salió del perímetro autorizado y entre ambas acabaron con parte de un yacimiento arqueológico protegido por un dictamen del Instituto Nacional de Antropología e Historia en agosto de 2016.
“Eran restos arqueológicos prehispánicos, orientados a los cuatro puntos cardinales, y se supone que eran construcciones piramidales; pero la explotación minera dejó la parte norte completamente destruida”, explica Alejandro
En su hogar, dentro de tambos, tiene una enorme colección de cerámica, canicas y vestigios de flautas.
Pero los mayores problemas fueron para su familia y su salud. “Los cientos de camiones levantaban mucho polvo de tezontle, y entraba en las casas y las cubría de rojo. Pero era tan fino que penetraba las vías respiratorias. Mi nieto, que tenía tres años, tuvo que ir a un hospital de México y ahora, aún cuando han acabado los trabajos, le sigue afectando con varias alergias”, recuerda. Ese polvo rojo también le dejó varias cosechas prácticamente inservibles, mermando el poco dinero que ya entra en su hogar.
Alejandro tiene asumido que es casi imposible que las empresas que se fueron cuando acabaron las obras del Nuevo Aeropuerto vuelvan a nivelar la zona y a hacer que el suelo vuelva a ser fértil, como marcan las remedaciones a las que están obligadas según sus permisos.
Lo que le preocupa realmente es que estos cráteres se conviertan en tiraderos de basura, que contamine el agua de los mantos, que la pesadilla de vivir al lado de una mina todavía tenga cola. En Tepetlaoxtoc, la historia, problemas y preocupaciones de Alejandro no son una excepción.
Con 25 mil habitantes, limita al sur con Texcoco, y tiene la dudosa suerte de ser, de los 24 municipios de esta zona, el más afectado: entre 2016 y 2018 tuvo 48 bancos pétreos, de los que solo 20 operaron de acuerdo a las normas. De las 28 explotaciones que no respetaron la legislación, siete ni siquiera se molestaron en tratar de conseguir un permiso, cinco trabajaron tras serles denegado el mismo, 12 lo hicieron varios meses antes de tener la autorización y cuatro lo hicieron fuera del perímetro autorizado.
Esta situación la llevan denunciando años los primos Cando. Menores de 30 años, Jorge Daniel y Arturo tienen situadas casi todas las minas de su municipio gracias a los vecinos y las resoluciones aprobadas en su municipio.
“En Tepe tuvimos una saturación de minas. A partir del Nuevo Aeropuerto, vemos que hay una autorización indiscriminada de proyectos mineros. Algunos tienen autorización, pero muchos son clandestinos”, explican
“Hasta que obtienes los permisos, tú no puedes operar las minas. Pero eso no sucedió aquí, ya que las mineras se ponían a trabajar meses antes de que les dieran los permisos. Y esos permisos, ¿se los debieran haber concedido si ya han operado ilegalmente? ¿No deberían ser suspendidas y clausuradas?”, se preguntan
Los bancos pétreos, a diferencia de las explotaciones de minerales, no requieren de una concesión federal para ser explotados, ya que ese recurso pertenece a los dueños del terreno. Pero sí hay que pedir diversos permisos; siendo los más importantes y técnicamente difíciles de conseguir los que otorgan las autoridades medio ambientales. En caso de que el terreno sea federal, se solicita a Secretaría de Medio Ambiente federal, y sí son estatales, a la del estado.
“¿Qué hacemos con todos esos hoyos? Las empresas desaparecen y ya no hay responsables. Solo nos queda el Gobierno Federal y el Estatal, que fueron quienes permitieron esta situación y crearon el problema”
Además de destrozar el medio ambiente, mermar la salud de los más débiles y disminuir los cultivos de los campesinos, los bancos pétreos trajeron inseguridad a Tepetlaoxtoc.
En la comunidad de San Pedro Chiautzingo, Adela Vergara, una comerciante de 49 años, dice tener miedo de pisar la calle.
“Antes, aquí era muy tranquilo. Los cerros eran muy productivos. Había conejos, romeritos, berros, nopales, tunas... Antes los usábamos y los vendíamos. Y llegaron las minas en 2015 y 2016 y fueron desapareciendo. También se contaminó nuestro pozo de agua y llegó la delincuencia. Ahora no podemos ni ir al monte a buscar leña, ni salir de noche”, cuenta
Detrás de esta mujer bajita y morena, en los cerros, se observa un paisaje de manchas rojas que contrastan con el verde de los árboles.
San Pedro está rodeado por 13 bancos pétreos, de los que tres cumplieron las normas, seis operaron sin respetar la legislación y cuatro directamente ni se molestaron en pedir autorización. Ahora, los cráteres rojos de las minas abandonadas se han convertido en refugios para los huachicoleros.
El pasado junio, militares y agentes de la policía estatal localizaron “12 vehículos y 30 contenedores que se utilizaban aparentemente para transportar combustible de dudosa procedencia” y “se aseguraron más de 20 mil litros de GasLP”.
Al subir a los cerros donde se localizan esas 13 minas, la bienvenida es un coche calcinado hace unas semanas en una balacera entre ladrones de gasolina. Poco más adelante, un hombre de unos 50 años coloca con su familia una barricada de piedras a ambos lados de un camino. Su intención es que los carros de los huachicoleros tengan que buscarse otra ruta y no pasar cerca de su jacalito.
Bajo una gorra verde y unos jeans hechos jirones, cuenta que algunos vecinos si cobraron por dejar pasar a las mineras. “Nosotros solo les pedimos que si cuando explotasen las minas nos rompían las casas, nos las arreglasen. Pero ni madres”. Los bancos pétreos usaban explosivos, “se escuchaban truenos todo el rato”, y agrietaron las casas.
“A mi me dijeron que sí quería vender parte de mi cerro. Me decían que era la primera vez que mis tierras valían algo. Les dije que no, que la devastación era para siempre”, continúa. Finalmente, todas las minas pararon de trabajar en diciembre de 2018.
— ¿Sabes para que sirven ahora esos huecos? Solamente para tirar cadáveres. Quien va ahí arriba, es para buscar algo.
— ¿No quiere contarnos esto a cámara?
— No, amigo, no quiero ser la chiva. Además, si no...
Con el pulgar izquierdo, simula cortarse el cuello.
Tepetlaoxtoc es, con diferencia, el municipio más afectado de todos, con casi la quinta parte de los bancos pétreos registrados. Le siguen Axapusco y Temascalapa, con 24 minas cada uno; Otumba, con 23; Ixtapaluca con 17 y Teotihuacán con 10. El resto tienen todos menos de nueve bancos pétreos, pero hasta una sola mina de tezontle basta para dividir un territorio. Y la mejor muestra es Tezoyuca.
Este municipio, con unos 25 mil habitantes, es vecino al Nuevo Aeropuerto y solo tiene un banco pétreo, la mina Tezoyuca. A diferencia de la inmensa mayoría de las explotaciones, ubicadas en el rural, esta tiene la particularidad de que está dentro del pueblo, con decenas de viviendas, hogares y familias viviendo a escasos metros de un precipicio mortal.
Angélica González, de 52 años, es una de las vecinas que vive, literalmente, a píe de mina. Desde el techo de su casa de una planta, se ve, tras una valla de tres metros, el enorme hueco rojo que ha dejado la explotación. Ella, su marido y parte de las 60 familias afectadas llevan años luchando contra esta explotación minera. En una de las ventanas de su vivienda hay un agujero de bala. En mayo de 2016, tras una reunión especialmente tensa con las autoridades y el dueño de la mina, alguien disparó una ráfaga contra ellos.
“Esta mina lleva mucho tiempo siendo trabajada, pero antes era muy leve. Fue a partir de que arrancaron las obras del Nuevo Aeropuerto que se desapareció nuestro cerro. Cada día, 500 camiones podían pasar por aquí”, explica
La superficie explotada se asemeja a un cuadrado de unos 250 metros por lado, con una caída de la altura de un edificio de cuatro o cinco plantas.
El polvo de la explotación y el tránsito de camiones provocó varias enfermedades a los vecinos, como asma y alergias. También disputas y peleas. El empresario que explota el cerro, asegura Angélica, ha pagado algunas obras en el barrio para ganarse el favor de parte de los locales y los que viven, literalmente, a menos de dos metros del precipicio, tuvieron que enfrentarse a grupos de choque integrados por sus vecinos.
Aunque el mayor miedo de Angélica, su marido y las otras 60 familias afectadas es la posibilidad de que haya corrimientos de tierra.
“Unas casas quedarían soterradas y otras quedarían derrumbadas. Vino Protección Civil a verlo y nos dijo que sería una reacción en cadena. Cuando llueve, se va desgajando, y cada vez hay más grietas. Estamos siempre pensando que un día no vamos a amanecer”, explica
La legislación del Estado de México para la explotación de bancos pétreos se regula por seis textos diferentes, siendo el más concreta la Norma Técnica que marca la exploración, explotación y transportes de minerales no concesionales. En ella se puede leer que hay que dejar “libre de explotación una franja de amortiguamiento de 20 metros” respecto a terrenos vecinos e infraestructuras y que “si las minas exceden la superficie de explotación autorizada y afectan o ponen en riesgo asentamientos humanos, el titular deberá garantizar a través de obras de ingeniería, la estabilidad de los taludes existentes y la no afectación de las construcciones vecinas”.
Este banco pétreo, la mina Tezoyuca, cuenta con sus papeles en regla. El 2 de febrero de 2017 Salvador Díaz Vanegas, entonces director general de Ordenamiento e Impacto Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de México, autorizó una nueva mina de tezontle en este cerro. Solo se decía que “no avala la seguridad estructural de la zona habitacional colindante al poniente del predio o los riesgos que se puedan presentar por posibles derrumbes o deslaves de taludes”.
Esta mina se hizo famosa cuando en octubre de 2018, Javier Jiménez Espriú, ya anunciado como el secretario de Comunicaciones y Transportes del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue expulsado por el personal de seguridad durante un viaje de campo del político y diversos integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.
“Invitamos al señor Espriú a que viniese, para que constatará lo que nos pasa”, explica Angélica, “hubo descargas de fuego, hubo grupos de coche y lo corrieron. Él quedo de regresar y pedir los permisos y demás para el banco de materiales, pero no sabemos nada de él”.
“Los de la mina dicen que cuentan con hasta un plan de remedación. Pero, ¿cómo van a remedar esto? Queremos respuestas, no más propuestas. Hemos tenido más reuniones con el gobierno federal, pero la autoridad es omisa con este señor que es el dueño”
— ¿Quién es ese señor?
— El señor Rene Martínez Moncayo, una fina persona que no le importa nada y pasa por encima de quien sea. Dicen que tiene más poder incluso que el gobernador.
Rene Martínez Moncayo es el dueño de Martínez Villegas SA de CV, una empresa fundada en 1990 y que entre 2016 y 2018 explotó seis bancos pétreos en esta zona del Estado de México, de los que dos no operaron de acuerdo a las normas. En un vídeo facilitado por vecinos Tezoyuca, se ve a Martínez Moncayo presumir de ser “amigo” del ex presidente Enrique Peña Nieto y “hermano” del ex gobernador Eruviel Avila. Él solo uno de los nombres que se beneficiaron de la sobre explotación de los cerros para el Nuevo Aeropuerto. Se pidió una entrevista con la empresa, pero no quisieron hablar.