De los siete tramos en los que está dividido el Tren Maya, los que más preocupan a ecologistas y científicos son el 7 y el 6. Su ruta conjunta parte de Escárcega, en Campeche, y remata en Tulum, Quintana Roo. Sin vía construida y con la idea de ir paralelos a las carreteras, el 7 afectará a la Reserva de la Biosfera de Calakmul y el 6 a la Reserva de Sian Ka'an.
De acuerdo a la Ingeniería Básica del megaproyecto, a la que EL UNIVERSAL tuvo acceso, estos tramos representarán únicamente un 1.03 % de los ingresos por carga y un 14.58% de los ingresos por pasajeros.
Estos documentos, por los que el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) pagó 346 millones de pesos a la filial mexicana de la española Sener, en la sección Modelo de Explotación, cifran los porcentuales de ingresos que, estiman, tendrá el Tren Maya una vez que esté en operación en 2023. Sener participó, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, en el Tren Interurbano México-Toluca y el Nuevo Aeropuerto Internacional de México.
El análisis dice que los tramos 6 y 7 tendrán un impacto casi nulo por carga y el segundo más bajo por pasajeros, pero suponen el 35% de la construcción y los tramos más complicados, según ha reconocido Rogelio Jiménez Pons, director del Fonatur. Pons también comentó, que el Tren Maya espera obtener un 70% de su rentabilidad por carga y el 30% por pasajeros.
Preguntado al respecto, Fonatur contesta que “el Tren Maya es una obra primordialmente social” y “si bien hay tramos más rentables, se orienta bajo el principio ‘no dejar a nadie atrás’. No se pueden considerar los beneficios por tramo, sino que se debe pensar el proyecto completo”.