En México los precios suben y los sueldos bajan Edgar Ávila Pérez / Puebla, Pue.
Puebla
En tan solo dos años la familia Ramírez pasó de comer carne tres veces por semana a solo hacerlo cuando se podían dar el “lujo” de comprarla, además uno de sus integrantes tuvo que abandonar sus estudios profesionales para entrar al mundo laboral y se tuvo que conformar con un empleo que no le ofrece ningún tipo de seguridad.
Sentada en una silla improvisada frente al comedor -pues no tiene sillas que sean del mueble-, María de Jesús Ramírez, de 44 años, asegura que la situación del país es difícil y culpa a las reformas “estructurales” del gobierno federal, las cuales según mejorarían sus ingresos. Hasta 2016, su familia tenía un ingreso de más de cinco mil pesos al mes, pero su esposo perdió su trabajo y ahora apenas y tienen cuatro mil pesos mensuales.
Desde la colonia Xonaca, esta mujer tiene que hacer milagros para sobrevivir. Tan solo para comprar la comida del día necesita dos salarios mínimos, es decir 176 pesos. “Antes los gastos eran más baratos. Hoy apenas y tenemos cuatro mil pesos mensuales y todo es por culpa de esas famosas reformas”, se queja. El encarecimiento de la canasta básica redujo la compra de productos que permitían cocina algo decente para su familia.
Antes de que su esposo perdiera su empleo, la familia se daba el “lujo” de cocinar un platillo con carne por semana y añadirle guacamole y frijoles refritos. Hoy su dieta se basa, principalmente, en soya para simular la carne y preparar albóndigas. Además del aumento excesivo en los precios, la inseguridad es el otro aspecto que frena a las familias poblanas. “Mi esposo perdió el trabajo porque asaltaron el transporte que manejaba y las autoridades se llevaron la unidad”, cuenta. Por cinco meses la familia Ramírez vieron como sus ingresos comenzaron a mermar, razón por la que su única salida se convirtió en préstamos bancarios.
Esta no fue la única consecuencia. Su hija de 21 años se tuvo que salir de la universidad y entró a trabajar primero a una cafetería y después en una heladería. En ninguno de los puestos ha tenido un buen salario y mucho menos prestaciones de ley. Para María esta fue una de las situaciones más injustas “Ella tenía promedio de nueve y tuvo que renunciar a su carrera para medio ayudarnos”.
Actualmente, su esposo renta un taxi por 18 horas diarias y María vende tamales los fines de semana. Al mes logran tener ingresos de cuatro mil pesos aproximadamente. Su otro hijo, José Ángel, ayuda en la casa y se va a la escuela bachiller en bicicleta para ahorrar 60 pesos semanales de transporte, dinero que su mamá utiliza para la comida.
José Ángel anhela estudiar Arquitectura en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Sus padres aseguran que tiene el talento para el área y esperan que el no tenga que truncar sus estudios por su situación económica. Pero José tiene clara la economía de la familia y si no queda en la universidad se tomará un año sabático para trabajar, juntar dinero e intentarlo de nuevo hasta quedar en la BUAP.
Frase
“Ella tenía promedio de nueve y tuvo que renunciar a su carrera para medio ayudarnos”