Pobreza extrema que cala hasta los huesos Leobardo Pérez Marín / Tabasco
Tabasco
“No queremos que nos regalen nada, solo pedimos que por lo menos nos den trabajo”, reclama don Santos, un hombre de 60 años que se ha quedado sin un empleo, que vive en un asentamiento irregular a tan solo cinco minutos de la capital de Tabasco y quien lamenta, que en el país no cambie nada, y “que todos sigamos jodidos”.
Don Santos y su esposa doña María Elena, llegaron hace más de cinco años a Tabasco procedentes de Chiapas, vinieron en busca de una mejor calidad de vida, pero no han encontrado nada. No hay trabajo. Ellos junto a más de 100 familias decidieron asentarse a las orillas de la colonia Bosque de Saloya que pertenece al municipio de Nacajuca, y que se ubica a menos de 10 kilómetros de Villahermosa.
En Chiapas, don Santos era encargado de ranchos, se dedicaba a cuidar propiedades de “ricos, pero me canse”, narra en su pequeña casa de techo de lámina y construida a base de madera y cartones.
“Nosotros vivíamos en Chiapas y nos venimos a Tabasco porque mis hijos se vinieron por asuntos de sus estudios y ya nosotros nos venimos para acá, pero la situación está difícil, pero donde quiera es lo mismo. Para nosotros no hay cosas buenas”, cuenta.
Parado en su cocina, la cual no cuenta con una estufa, ni con piso de concreto y donde solo se observa un molino viejo que es utilizado para elaborar su pozol, la bebida típica de Tabasco hecha a base de maíz y cacao, don Santos relata que en los últimos meses la carestía ha sido mayor, hay días que no tienen ni para comer, pero eso no les quita las ganas de seguir de pie; llevan juntos 45 años y han procreado cinco hijos. “Uno tiene que economizar porque para acabar de joder ni trabajo hay. Estamos en la crisis, no hay ni empleo ni nada”.
Don Santos sabe que hasta donde él y su esposa vive no llega nadie, “no hay quien nos ayude”, asegura con un tono de enojo mezclado con tristeza. A su lado, sentada en un viejo sillón y con su bastón en mano se encuentra doña María Elena quien lleva más de cinco años con una dolencia en la rodilla, pero ante la falta de recursos para ver un especialista que la pueda atender, solo acude al centro de salud de la colonia para recibir medicamentos para el dolor. “Tengo una enfermedad en mi pierna, en la rodilla, se me inflaman mis rodillas, quien sabe qué cosa sea, me han llevado mis hijas, pero ahí vamos”, refiere la señora, quien también se lamenta que ninguna autoridad pueda llevar apoyos, y es que como viven en asentamientos irregulares no tienen acceso a programas sociales estatales ni federales.
Las necesidades los ha llevado a no creer en nadie, en ninguna autoridad y solo piden empleo para poder salir de la pobreza en las que se encuentran. “No hay ningún programa, está todo jodido, aquí lo bueno es para el que tiene. La autoridad no ayuda a ninguno”, dice don Santos.
Ninguno de los dos piensa votar en las próximas elecciones, porque aseguran que no cambiara nada y ellos, los políticos seguirán engañando y apoyando a los más ricos.
“Para el pobre no hay remedio. Ojalá entrara un gobierno que generara empleo en el campo, para los campesinos, pero no que todos quieren que sean licenciados y quien sabe para qué, si no hay empleo”, señala don Santos, quien a veces se gana unos pesos vendiendo tortillas o ayudando en las tiendas cercanas.
Para esta familia nada ha cambiado, al contrario, cada año ven como su calidad de vida empeora. Pocas veces en su mesa hay carne o pollo. “Han mejorado para sus bolsillos; que madre va a hacer, eso nada más es publicidad; el gobierno es pura publicidad, nada más hablan para que la gente les crea, pero no hay mejoría de nada, para nosotros no hay cambio”, concluye don Santos.
Frase
“Para nosotros no hay cosas buenas[...] ”